“El pueblo que caminaba en
tinieblas, vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de sombras una luz
resplandeció”.
Basados en el calendario
litúrgico de la Iglesia, nos encontramos en el tercer domingo del tiempo
ordinario, ciclo “A”. Bien podemos hacer una secuencia con el evangelio. Los
dos domingos anteriores en el evangelio se nos presentaba el bautismo de
nuestro Señor Jesucristo, por tanto, el punto de partida del inicio de la vida
pública de Jesús. Ahora, tenemos la continuación, la cual consiste en la
promesa anunciada por el profeta Isaías y cuyo cumplimiento se plenifica en
Jesús. Veamos: “Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró
a Galilea, y dejando el pueblo de Nazareth, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto
al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí, para que así se cumpliera lo que
había anunciado el profeta Isaías: Tierra
de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los
paganos. En pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que
vivían en tinieblas de sombras una luz resplandeció” (san Mateo 4, 12-14).
Lo que se pretende dar a entender es que después del bautismo y antes de la
primera acción pública del Señor, está el cumplimiento de la promesa en su
persona, Él es la luz del mundo que viene a iluminar todo tipo de tiniebla, y
por tanto, a llenar de esperanza a la humanidad, a las naciones, a las
familias, a cada persona. De esta manera Mateo explicita que el anuncio de la
salvación no es solo para los judíos, sino también para los paganos.
Si ustedes leen el Antiguo
Testamento, podrán tener una idea clara sobre cómo era el caminar del pueblo
israelita y de los pueblos considerados como paganos. A grandes rasgos y solo
mencionando algunos aspectos generales, mencionemos las tinieblas que
experimentaban estos pueblos en su caminar: en primer lugar, la realidad
dominante del pecado en el ser humano, de la cual Jesucristo nos libera por su
muerte y resurrección. La esclavitud, la opresión, las injusticias, la codicia,
envidia, división, muerte, inmoralidades, dominación, lucha por el poder, etc.
Hermanos y hermanas, ahora yo quisiera que nos hiciéramos una pregunta con
seriedad, ¿podríamos decir qué nuestro pueblo salvadoreño camina en las
tinieblas y la desesperanza? ¿Qué opinan ustedes? Es muy breve el tiempo para
tocar toda la problemática. ¿Nuestro país El Salvador es un país que me brinde
esperanza? Muchas personas saben que es arriesgado irse de mojados para Estados
Unidos o viajar de inmigrantes a otros países, porque van en busca de una
esperanza que no encuentran aquí; estamos en un país donde algunos funcionarios
públicos dizque al servicio del pueblo, gozan de un buen salario y variados
beneficios, mientras que hay personas que solo cuentan con un dólar para
mantenerse en el día y a veces ni eso, a pesar que algunas se rebuscan
honradamente; estamos en un país donde la justicia como que para algunos está
vendada; la violencia, la inseguridad, el miedo está a la orden del día. Hay un
miedo de que uno sea el siguiente, que le llamen y lo amenacen; tantas malas
administraciones de dinero público; grupos de personas antisociales mucho mejor
organizadas quizás que muchas parroquias, en fin, usted siga la lista,
seguramente no me he mencionado otras situaciones más fuertes, usted continúela
y analicemos nuestra realidad. Ya cercanos a las elecciones presidenciales,
precisamente esto es lo que hacen los señores candidatos y su grupo ideológico
propagandístico, ofrecerle al pueblo una lista de promesas y esperanzas, que
más parecen competencia y hasta teatro. ¿Cuánto dinero invertido en propaganda?
Según las diferentes estadísticas hay personas que no desean votar. Claro, la
gente ya está despertando, se ha vuelto más pensante y analítica, y ojala que
transformativa también. Por supuesto, no obviamos la historia surcada por hombres y mujeres de esperanza en nuestro país y la existencia de acciones concretas.
¿Qué podemos hacer? Aquí entra el
papel de nosotros los cristianos. Cristo ha venido a eliminar todo tipo de
tiniebla, por tanto, Él es nuestra esperanza. Conviértanse ha dicho el Señor.
Convertirnos significa mejorar nuestra conducta personal, pero también, abandonar
los ídolos de nuestra sociedad, de no ponernos de rodillas a las
sinvergüenzadas, injusticias, esclavitudes de los dominadores, significa ser
responsables y transformantes de nuestro contexto histórico. De los que estamos
aquí cada quien con sus posibilidades y alcance, trate de crear esperanza a la
gente de su alrededor, como hombres y mujeres llamados a ser pescadores de
hombre en la historia. Así como el
pecado tiene repercusiones sociales, la vida en Cristo también.
Que todos los cristianos y
cristianas nos comprometamos más con Jesucristo, para ser luz y esperanza en
nuestra sociedad contemporánea. Así sea.
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