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domingo, 28 de octubre de 2018

CUIDEN AL SANTO PUEBLO DE DIOS, NO LO ESCANDALICEN


"A los sacerdotes, a los obispos les pido: Cuiden al Santo Pueblo de Dios, no lo escandalicen, ¡cuidenlo!". Esta fue la petición que el Papa Francisco nos ha hecho al clero salvadoreño, representado en los sacerdotes que asistieron a la audiencia privada, el 15 de octubre de 2018, en el Aula Pablo VI. Previo a esa petición dijo: "Sus gentes tienen fe viva que expresan en diferentes formas de religiosidad popular y que conforma su vida social y familiar: la fe del Santo Pueblo fiel de Dios". Una descripción clave de la feligresía salvadoreña: "Fe viva", lo contrario, lamentablemente, a lo que se percibe en Europa a nivel general: una fe en aparente decadencia, tanto por el creciente y continuo número de personas alejándose de Dios y la Iglesia, como también, por el modo en que la viven muchos de los que aún están adentro, no digo todos, sino muchos, porque si hay jóvenes y adultos que se esfuerzan por vivir su fe con entusiasmo y valentía, con esperanza de un panorama mejor.

Por varias explicaciones ya se perciben, se observan personas salvadoreñas con elementos contrarios a la fe cristiana y a la Iglesia, no solo en las que están afuera (muchísimas de esas personas ya desde hace ratos los muestran en su conducta), sino también, en las que están dentro de la Iglesia Catolica. No menciono las denominaciones cristianas por desconocer el impacto de la secularización, relativismo, ateísmo e ideologías en sus miembros. A medida que voy conociendo la situación e historia de la catalogada etapa "post-franquista" de la Iglesia Católica en España, me da la sensación que aquí estamos en un realmente posible, pero no deseable futuro para la Iglesia en El Salvador y el resto de los países latinoamericanos, y en orden a esa situación, uno de mis mayores temores es que nosotros los sacerdotes nos confiemos demasiado de la fe viva de nuestros pueblos, tal como lo ha señalado el Sumo Pontífice. Una desmesurada confianza cristalizada en el comentario: "Nuestros fieles nos comprenden y nos perdonan, nos toleran nuestras metidas de pata"; o perversamente: "Hagamos y deshagamos que la gente siempre viene a la Iglesia"... Creanlo, no es sencillo vivir y menos evangelizar, en uno de los países líderes y exportadores de aquello que en la Iglesia calificamos de antivalores y odio sistemático a la fe cristiana, aunque al mismo tiempo, dicho ambiente ofrece la oportunidad de valorar mucho más la fe viva de nuestros amados pueblos latinoamericanos.

Es común que los sacerdotes, incluidas las religiosas y laicos con un conocimiento eclesial medio o especializado, a la hora de hablar le demos un carácter de sustancia al ateísmo, relativismo, secularismo, paganismo y a otros semejantes; nos sentimos inferiores ante esos "monstruos" y aumentan nuestras preocupaciones y quejas (cfr. Evangelii Gaudium 85): "Cuánto daño está haciendo la ideología de género, el secularismo, el ateísmo",  "la globalización, las redes sociales, los medios de comunicación, el narcotráfico, la violencia, la pornografia, el dinero fácil, etc., están destruyendo cada vez más a nuestros jóvenes", en efecto, es una realidad, pero al sustancializar esos fenómenos, nosotros sin quererlo o no, nos vemos y sentimos fuera de ellos, es decir, como que no nos afectara a nosotros y como que no contribuimos en absoluto con nuestras palabras, actitudes y mala conducta al engrosamiento de esos destructivos fenómenos sociales de este siglo XXI, herencia negativa del siglo pasado. Tendríamos que tener el valor y humildad de preguntarnos a conciencia y delante de Dios: Y yo, cura, estaré contribuyendo  al abandono y desconfianza de la gente hacia la Iglesia? No por gusto dijo el Papa: "No escandalicen al Pueblo de Dios"!! 


Seguir considerando sencilla y permisiva a la gente, -si es que hemos tenido anteriormente esa consideración-, aparte de ser una falta de respeto hacia el "Pueblo rescatado por la Sangre de Cristo" (cfr. 1 Pedro 1,18-21), es una tremenda ingenuidad y falta de un sincero autoexamen. La gente hoy está muy avispada y quizás hasta maleada debido al youtube, facebook, medios de comunicación, libros, revistas intercambios culturales, etc. Sin embargo, no olvidemos, hermanos sacerdotes (y seminaristas), lo que tanto predicamos y hacia lo cual dirigimos nuestros incansables esfuerzos: Al encuentro con la misericordia infinita de Dios y a la conversión de vida, aunque fuera lentisima. Apoyémonos en San Romero, modelo sacerdotal surgido de nuestro pueblo por gracia de Dios y "pastor insigne del continente americano" (Papa Francisco). Que así sea. 

Pamplona