BLOG PERSONAL E INDEPENDIENTE

lunes, 7 de mayo de 2012

EXPOSICIÓN DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS APLICADOS AL TRABAJO QUE SE REALIZA EN UN HOSPITAL


Dirigido a un Gremio de Enfermería.

Ustedes han pedido a este servidor que les hable de los diez mandamientos de la ley de Dios, pero dándoles un enfoque aplicativo a su trabajo propio en este hospital nacional.

Antes de hacer mención de los diez mandamientos de manera individual y de su aplicación pedida por ustedes, permítanme darles unas ideas precisas sobre los diez mandamientos en general.

“La palabra “Decálogo” significa literalmente “diez palabras” (Ex 34, 28; Dt 4, 13; 10, 4). Estas “diez palabras” Dios las reveló a su pueblo en la montaña santa. Las escribió “con su Dedo” (Ex 31, 18), a diferencia de los otros preceptos escritos por Moisés (cf Dt 31, 9.24). Por tanto, "las diez palabras" constituyen palabras de Dios en un sentido eminente” (CEC 2056).

Los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios. Nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre. Ponen de relieve los deberes esenciales y, por tanto indirectamente, los derechos fundamentales, inherentes a la naturaleza de la persona humana. El Decálogo contiene una expresión privilegiada de la “ley natural” (CEC 2070). “Los mandamientos constituyen, pues, la condición básica para el amor al prójimo y al mismo tiempo son su verificación. Constituyen la primera etapa necesaria en el camino hacia la libertad, su inicio” (Veritatis Splendor 13). La vivencia de los diez mandamientos, por tanto, no son exclusividad del creyente cristiano. 

“Quien «vive según la carne» siente la ley de Dios como un peso, más aún, como una negación o, de cualquier modo, como una restricción de la propia libertad. En cambio, quien está movido por el amor y «vive según el Espíritu» (Ga 5, 16), y desea servir a los demás, encuentra en la ley de Dios el camino fundamental y necesario para practicar el amor libremente elegido y vivido. Más aún, siente la urgencia interior —una verdadera y propia necesidad, y no ya una constricción— de no detenerse ante las exigencias mínimas de la ley, sino de vivirlas en su plenitud” (Veritatis Splendor 18). El trabajo de ustedes no es fácil, se necesita mucha paciencia, compasión, humanidad, y me imagino que han sentido a veces cansancio o hasta desánimos y fastidio, por eso, necesitan de una ayuda superior, divina, para llevar adelante su trabajo al servicio de la humanidad, en concreto de los enfermos y en su mayoría gente pobre.

ENFOQUE - APLICACIÓN.

Dios nos amó primero. El amor del Dios Único es recordado en la primera de las “diez palabras”. Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta de amor que el hombre está llamado a dar a su Dios” (CEC 2083).

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 59).

"Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la “obediencia de la fe” (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el “desconocimiento de Dios” el principio y la explicación de todas las desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él" (CEC 2087). 

"En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).

El apóstol san Pablo lo recuerda: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10) (CEC 2196). 

Entre más se ingresa en el conocimiento y la vida de Dios, más crece nuestra humanidad hacia los demás. Esto es así (Explic.). 


«No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios» (Ex 20, 7; Dt 5, 11).
El segundo mandamiento prohíbe el juramento en falso. Hacer juramento o jurar es tomar a Dios por testigo de lo que se afirma. Es invocar la veracidad divina como garantía de la propia veracidad. El juramento compromete el nombre del Señor. “Al Señor tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre jurarás” (Dt 6, 13).

La reprobación del juramento en falso es un deber para con Dios. Como Creador y Señor, Dios es la norma de toda verdad. La palabra humana está de acuerdo o en oposición con Dios que es la Verdad misma. El juramento, cuando es veraz y legítimo, pone de relieve la relación de la palabra humana con la verdad de Dios. El falso juramento invoca a Dios como testigo de una mentira (CEC 2151).

En cuanto al tercer mandamiento tengo que hablar del Sábado y del Domingo. No voy a profundizar en esta aclaración, solo haré un acercamiento y la aplicación basada en su denominación cristiana (Expl.). 

Para los cristianos católicos, "el domingo está tradicionalmente consagrado por la piedad cristiana a obras buenas y a servicios humildes para con los enfermos, débiles y ancianos. Los cristianos deben santificar también el domingo dedicando a su familia el tiempo y los cuidados difíciles de prestar los otros días de la semana. El domingo es un tiempo de reflexión, de silencio, de cultura y de meditación, que favorecen el crecimiento de la vida interior y cristiana" (CEC 2186).

«Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex 20, 12).
El cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que, después de Él, honrásemos a nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos los que Dios, para nuestro bien, ha investido de su autoridad (CEC 2197). Aunque el mandamiento nos habla de la honra a un superior nuestro, tanto a nivel familiar como social, la fe cristiana nos mueve a ver a nuestros seres queridos en el paciente.

«No matarás» (Ex 20, 13).
A mi juicio, en este mandamiento si tenemos "mucha tela que cortar", es un mandamiento bastante relacionado en cierto sentido con su profesión. En otra ocasión podría tratarse a profundidad.

La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum vitae,  intr. 5). Dónde empieza la vida de un humano: ¿En el momento de la unión del espermatozoide con el ovulo o hasta que ya está el feto formado o hasta el momento en que nace el nuevo ser humano? (Explicar).

Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados (CEC 2279).

En este momento quiero traer a la memoria, los cuatro principios de enfermería:
1. Mantener la individualidad del paciente.
2. Satisfacer necesidades fisiológicas.
3. Proteger al paciente de agentes externos (que no se caiga, ponerle barandales como prevención de accidentes).
4. Incorporarlo a la vida útil de la sociedad (tanto psíquica como físicamente). 

Me decían a la hora de explicarme sobre el enfoque del tema, que en la institución como existe la eutanasia, pero realmente, al analizar el proceder y las leyes hospitalarias, no existe tal realidad, con el respeto debido a ustedes, lo que si existe es descuido, lo cual es diferente (explic.). 

(Mención precisa y sustancial del aborto). 

«No cometerás adulterio» (Ex 20, 14; Dt 5, 17).
La castidad implica un aprendizaje del dominio de sí, que es una pedagogía de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado (cf Si 1, 22). “La dignidad del hombre requiere, en efecto, que actúe según una elección consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberándose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados” (GS 17).

(Explicación de la concupiscencia. Abusos de la finalidad del local). 

«No robarás» (Ex 20, 15; Dt 5,19).
«No robarás» (Mt 19, 18).
El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes. Prescribe la justicia y la caridad en la gestión de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres. Con miras al bien común exige el respeto del destino universal de los bienes y del derecho de propiedad privada. La vida cristiana se esfuerza por ordenar a Dios y a la caridad fraterna los bienes de este mundo.

En este punto se invita a cuidar el medicamento, denunciar quien se lleve alguna pertenencia del paciente o de algún miembro del personal hospitalario en general. 

No darás testimonio falso contra tu prójimo» (Ex 20, 16).
Los discípulos de Cristo se han “revestido del hombre nuevo, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef 4, 24). “Desechando la mentira” (Ef 4, 25), deben “rechazar toda malicia y todo engaño, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias” (1 P 2, 1) (CEC 2475).

Se sabe que esto existe lamentablemente en toda entidad humana, incluso en la Iglesia misma, aunque no se ignora que su mundo laboral es competitivo, y por lograr algo se destruye alguna persona imagen de Dios. 

No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo» (Ex 20, 17).
«El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5, 28).
El corazón es la sede de la personalidad moral: “de dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones” (Mt 15, 19). La lucha contra la concupiscencia de la carne pasa por la purificación del corazón (CEC 2517). A los “limpios de corazón” se les promete que verán a Dios cara a cara y que serán semejantes a Él.

«No codiciarás [...] nada que [...] sea de tu prójimo» (Ex 20, 17).
"El apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos. Así, desear comer cuando se tiene hambre, o calentarse cuando se tiene frío. Estos deseos son buenos en sí mismos; pero con frecuencia no guardan la medida de la razón y nos empujan a codiciar injustamente lo que no es nuestro y pertenece o es debido a otra persona.

El décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales:

«Cuando la Ley nos dice: No codiciarás, nos dice, en otros términos, que apartemos nuestros deseos de todo lo que no nos pertenece. Porque la sed codiciosa de los bienes del prójimo es inmensa, infinita y jamás saciada, como está escrito: El ojo del avaro no se satisface con su suerte (Qo 14, 9)» (Catecismo Romano, 3, 10, 13) (CEC 2536).

"Los diez mandamientos pertenecen a la revelación de Dios. 
Nos enseñan al mismo tiempo la verdadera humanidad del hombre".