“La palabra de Yahveh
me fue dirigida en estos términos: Antes de formarte en el seno materno te conocí, desde antes que nacieras te
consagré: profeta de las naciones
te constituí”.
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1. Justificación
Quiero
comenzar este pequeño trabajo, presentando el porqué he preferido fijar mi exegesis en el
capítulo primero del profeta Jeremías. Sin duda alguna la vocación a la que
nos sentimos llamados es un misterio. Hay muchas preguntas que no podemos
responder por más que tratemos de investigar sobre la naturaleza de la llamada
y, que a lo menos que podemos llegar es a un balbuceo. Creo que, al igual que
muchos compañeros, que compartimos la misma ilusión, y que sentimos la misma
llamada hemos experimentado a lo largo de este itinerario vocacional y que
sentimos claro está desde luego; ciertos temores a responder al llamado que
Dios nos hace; donde hay más preguntas que respuestas, pero, una misma Luz que
nos guía por el sendero de éste camino, y de la cual nos fiamos para seguir
dando con el día a día nuestra respuesta positiva al Señor, aunque no podamos
comprender sus designios.
2. Objetivo
Espero
sirva de luz, para cuantos nos disponemos a aceptar y responder con
generosidad a la invitación de Dios, de servir desde nuestra fragilidad y
debilidad humana herida por el pecado.
3. Texto
Jeremías 1, 4-6 4“La palabra
de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
5 Antes de formarte en el seno materno te conocí, desde
antes que nacieras te consagré: profeta de las naciones te constituí”
WTT Jeremìas 1:4 וַיְהִ֥י דְבַר־יְהוָ֖ה אֵלַ֥י לֵאמֹֽר׃
Jeremías 1:4 La palabra de Yahveh
me fue dirigida en estos términos:
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WTT Jeremìas 1:5 בְּטֶ֙רֶם )אֶצּוֹרְךָ] (אֶצָּרְךָ֤[
בַבֶּ֙טֶן֙ יְדַעְתִּ֔יךָ וּבְטֶ֛רֶם תֵּצֵ֥א מֵרֶ֖חֶם
הִקְדַּשְׁתִּ֑יךָ נָבִ֥יא לַגּוֹיִ֖ם נְתַתִּֽיךָ׃
1:5 Antes de formarte en el seno materno te conocí, desde antes que nacieras
te consagré: profeta de las naciones te constituí.
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4. Análisis
lingüístico sintáctico
La
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palabra
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de
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Yahvé
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Forma femenina singular del artículo
determinado.
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Sustantivo
femenino
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Preposición de genitivo y de ablativo. Expresa:
Posesión y pertenencia.
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Nombre propio del Dios de Israel revelado según
la Biblia.
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me
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fue
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dirigida
|
en
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Pronombre de primera persona,
en género masculino y femenino y en número singular, que realiza la función
de complemento directo e indirecto.
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Dirigirse hacia, llevar a, conducir.
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Del
verbo dirigir, Pretérito perfecto.
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Preposición
que indica en qué lugar, tiempo o modo se determinan las acciones de
los verbos a que se refiere.
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estos
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términos
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antes
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de
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Formas del pronombre. dem. en los tres géneros: m., f. y n., y en
ambos números: sing. y pl., que designan lo que física o mentalmente está
cerca de la persona que habla o representan lo que se acaba de mencionar:
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Palabra o sintagma introducidos por una
preposición:
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Adv.
t. y l. que denota prioridad de tiempo o lugar:
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Preposición
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formarte
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en
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El
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Seno
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Del verbo. Formar. tr. dar forma a algo.
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Preposición, que indica en qué lugar,
tiempo o modo se determinan las acciones de los verbos a que se refiere:
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Articulo
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Matriz de la mujer y de las hembras de los
mamíferos
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materno
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te
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conocí
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desde
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antes
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que
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Adjetivo de la madre o relativo a ella.
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Pronombre, forma átona del pronombre
personal.
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conocí es:
1ª
persona singular (yo) pretérito indicativo.
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Preposición, Indica el punto, procedencia u origen en el
tiempo y en el espacio:
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Adv. t. y l. que denota prioridad de tiempo
o lugar:
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Pron. Relat. Pronombre invariable que
sustituye a un nombre o a otro pronombre.
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nacieras
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Te
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consagré
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profeta
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nacieras es:
2ª
persona singular (tú) imperfecto(1) subjuntivo
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pron. Forma átona del pron. pers. com. de
segunda persona singular.
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consagré es:
1ª
persona singular (yo) pretérito indicativo
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com. Persona que posee el don de profecía.
Habla por Dios.
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de
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Las
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naciones
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te
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constituí
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Preposición que indica finalidad.
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art. det. f. pl. la
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f. Entidad jurídica y política formada por
el conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno.
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Pron. Forma átona del pron. pers. com. de
segunda persona singular.
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Del verbo constituir:
constituí es: 1ª persona singular
(yo) pretérito indicativo.
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5. Exegesis
El libro del Profeta Jeremías, se puede
dividir en una introducción, seis capítulos y una conclusión. En la
introducción se nos cuenta la vocación de Jeremías (1, 1-19), con una mezcla de
poesía y prosa. Especialmente hermosos son los versículos 4 al 10, que han
quedado como modelo de la llamada de Dios a una vocación que implica sacrificio
y de los temores que surgen en el hombre llamado a ello. De los cuales sólo
dos (4-6), trataremos a continuación.
La palabra profeta deriva del griego "profétes", cuyo significado etimológico es el de "hablar en nombre de", "ser portavoz" de otro, y traduce a su vez en la literatura bíblica el término hebreo “nabi”. Si se relaciona con una raíz arcaica emparentada con nb (brotar con ruido, agitarse interiormente); el nabi sería el que habla con vehemencia y bajo el influjo de una potencia superior, para anunciar cosas inaccesibles a los mortales.
Otros
recurren a una raíz nb (hablar),
significaría entonces el "hablante" (por la divinidad). Hay una
tercera explicación, más sencilla y más plausible; relacionar el nabi con el acádico nabu, que presenta el sentido de "llamar". El nabi sería, pues, el
"llamado"(por Dios). "No nos faltara la ley del sacerdote, ni el
consejo del sabio, ni la palabra del profeta" (Jr
18, 18).
Jeremías llama la atención sobre la genealogía espiritual o vocación al profetismo, para apoyar sobre ella el
auténtico alcance de su actividad profética. Descripción detallada de una
vocación de privilegio, recogida de labios de Yahvé: te conocí-elegí
para
el profetismo (yāda: Gen 18,19; Os 13,5; Am 3,2), con cuidado amoroso y
providencial (Sal 1,6), antes de tu
concepción, antes de formarte, como
artista que plasma cuidadosamente su obra predilecta (yāsar), en el vientre
materno; concebido ya, antes de que,
por el nacimiento, salieses del seno
de tu madre, te santifiqué-consagré,
destinándote al profetismo y reservándote para este ministerio como para algo
propio y exclusivo; así elegido y consagrado, ya desde entonces te di como profeta (nābî) que, mi
interprete-boca, comunicases llaggôyin =
a las naciones mi palabra confiada a ti. Bajo el signo
de la elección divina, Jeremías se asoma
a la vida «consagrado»
exclusivamente a su misión de profeta de la «naciones». La
vocación divina de Jeremías es de alcance universal, arrancado de
Israel, se extiende a las naciones
(gôyim), a los pueblos diversos del pueblo escogido e históricamente sus
enemigos: para ellos, como contra Israel, tendrá el profeta sus amenazas de
«destrucción» (46-51) y sus promesas de edificación mesiánica (3, 14-18; 4,
1-4; 12, 7-17; 16, 14-19; 23, 5.7)[1] «Conocer», por
parte del Señor equivale a elegir y predestinar: Am 3,2 Rm 8-29. «Consagrar»,
más que una santificación interior indica una segregación para el ministerio profético.
6. Exegesis
canónica.
Otros
enviados antes y después de Moisés y Aarón: Ex 3-4; Is 6; Siervo de Yahvé: 1Sm
3; 1Re 19,19-21; Lc 1, 36-38. Is 49, 1-5; Ez: 2.3; pablo: 1Cor 15, 1-11; 2 Cor
12; Gal 1-2. En todos podemos constatar un esquema literario similar: Dios
irrumpe en la conciencia de la persona; el elegido se asombra, no entiende muy
bien de qué se trata, el Señor le confía una misión; el elegido se resiste, se
siente demasiado limitado o demasiado pequeño para dicha misión; el Señor
pronuncia siempre una última palabra de ánimo y de respaldo, «no temas, yo
estoy contigo». Este esquema varía un poco en el caso de Isaías, el único que
se adelanta a ofrecerse sin ningún temor
para la misión.
Conviene
destacar que el «espacio» en el que irrumpe la llamada de Dios es muy
variable: en el caso de Moisés, Dios lo llama mientras cuida las ovejas
de su suegro (Ex 3,1); Samuel es aún niño que vive en el santuario de Siló bajo
el cuidado de Elí (1Sm 3,1s); Eliseo
está trabajando con sus bueyes (1R 19,19); Isaías se encuentra en el templo
participando de una impresionante liturgia (Is 6), Ezequiel se halla entre los
deportados de Babilonia, esto es en tierra extraña, en donde quizás ni se le
había ocurrido que pudiera hacerse presente el Señor (Ez 1,1s); finalmente es
de suponer que María, como buena muchacha judía, está en su casa ocupada en los
oficios domésticos cuando Dios la llama (Lc 1, 26-28). Todo lugar, todo tiempo
y toda circunstancia son aptos para «escuchar» la voz de Dios que llama a
colaborar con su proyecto.
7. Interpretación
7.1.Reflexión
sobre la vocación
La
experiencia vocacional de Jeremías lo ha
impactado tanto, que pone antes de su propio nacimiento la decisión de Dios de
llamarlo al ministerio profético. No hay que aprovechar estas palabras para
«probar» ninguna teoría de la
predestinación, por más que expresiones como éstas parezcan indicarla. Hay que
recordar que Dios solamente propone, invita, pero no condiciona ni obliga a nadie a seguirlo; por encima de
todo está la libre voluntad de la persona para decir sí o no a la invitación. No
es fácil decir sí de manera incondicional al llamado de Dios. La misión
inherente a la vocación es superior a las fuerzas de cualquier humano; sin embargo, y aquí está
el único aliciente para decir sí, la misión
no es del profeta, la misión es de Dios, el elegido es un simple
instrumento, un medio por el cual Dios hablará y llevará adelante su obra. No
significa esto que la persona del elegido no cuenta o que pasa a ser un títere
en manos de Dios; todo lo contrario: si es capaz de decir sí al llamado es
porque puede hacer uso de su voluntad y siempre la seguirá ejerciendo, pero
siempre tendrá que recordar a quién sirve y en nombre de quién habla; de lo
contrario su ministerio podrá ser cualquier cosa menos ministerio profético[2].
7.2.Aplicación
personal
Hace
algunos años me preguntaba y me pregunto aún, con respecto a la vocación
sacerdotal, de cuán grande dignidad encierra este misterio. Escuchaba hablar a sacerdotes
sobre la dignidad del sacerdote, e incluso leí un libro titulado con este
nombre “La dignidad Sacerdotal”. Y mi pregunta es ésta, y, por qué no hablar y
darle valor a la “dignidad” que como candidatos al sacerdocio tenemos; porque
para ser sacerdote, primero se ha sido seminarista, y la dignidad, en lo
personal no tienen su inicio después de la imposición de manos por el señor
Obispo, sino que se confirma esa dignidad. Porque de serlo así, se caería no en
una elección divina sino meramente humana.
No
estoy de acuerdo con la predestinación, pero considero que somos especiales,
porque de entre tantos jóvenes, cientos e incluso miles, uno o dos son elegidos
en todo el sentido de la palabra. En verdad la vocación es un misterio. Por
tanto en nuestra convivencia y trato para con los demás debe de ser, no hasta
cuando sean ordenados, sino desde ya, no tanto por lo que serán, sino por lo
que son y somos: una persona elegida;
somos elegidos, pero por el momento no consagrados. Nuestra dignidad por el
momento es que somos candidatos a las órdenes sagradas.
Y
en cuanto a nuestra conducta, saber dar gracias a Dios por su llamada y
responder generosamente, con estrega total, no reservar nada para sí, darlo
todo por el Todo. Saberse desde ya elegidos, pero no con una actitud engreída
de soberbia sino más bien de humildad ante el Señor, que me llama siendo
indigno de este Don. Y comportarme como tal, desde ya en mi condición, para que
esta vocación de servicio, de dar mi ser al Señor, sea desde ya un pregustar de
las alegrías del cielo, dándome todo aquí en la tierra por Él, en mi prójimo.
Estamos
invitados a darle el valor que se merece tal elección divina… desde ya como
seminaristas; no esperar hasta la imposición de manos del señor Obispo, para
comenzar a tratarnos bien, sino desde ya reconocer esa dignidad “incoada”
que llevamos.