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viernes, 4 de febrero de 2011

FILOSOFIA DE SANTO TOMAS DE AQUINO: INFLUENCIAS Y REPERCUSIONES EN Y DE SU PENSAMIENTO




I. CUESTIONES PRELIMINARES

1. Vida (1225-1274)

Landolfo, su padre, era Conde de Aquino. Teodora, su madre, Condesa de Teano. Su familia estaba emparentada con los Emperadores Enrique VI y Federico II, y los Reyes de Aragón, Castilla y Francia.
Peter Calo, biógrafo importante del santo, cuenta que un santo ermitaño predijo su carrera, diciéndole a Teodora antes de su nacimiento: “Entrará en la Orden de los Frailes Predicadores, y su conocimiento y santidad serán tan grandes que en vida, no se encontrará nadie que le iguale”.
Se conocen los acontecimientos principales de su vida, pero los biógrafos difieren en algunos detalles y fechas. Nació en Roccasecca, cerca de Nápoles. Normalmente se señala el 1225 como el año de su nacimiento, pero el P. Dominic Prümmer, basándose en Calo, cree que 1227 es la fecha más probable. En cambio, hay un acuerdo general en que su muerte ocurrió en 1274. Fue el último hijo varón de una familia de doce.
A los cinco años, según las costumbres de la época, fue enviado a recibir su primera formación con los monjes Benedictinos de Monte Casino. Diligente en sus estudios, desde muy pequeño se observó su buena disposición para la meditación y la oración, y su maestro se sorprendió al oírle preguntar repetidas veces: “¿Qué es Dios?”
Alrededor del año 1236, le enviaron a la Universidad de Nápoles. Calo dice que el traslado se hizo por iniciativa del Abad de Monte Casino, quien escribió al padre de Tomás que un chico de su talento no debe ser dejado en la sombra. En Nápoles, sus maestros fueron Pietro Martín y Petrus Hibernos. El cronista dice que pronto superó a Martín en gramática y fue transferido a Pedro de Irlanda quién le formó en Lógica y ciencias Naturales. Por entonces, Filosofía y Letras se dividía en dos partes: el Trivium, que cubría Gramática, Lógica y Retórica; el Quadrivium, que se componía de Música, Matemática, Geometría y Astronomía. Tomás repetía las lecciones con mayor profundidad y lucidez que sus maestros. El corazón del joven se había conservado puro en medio de la corrupción que le rodeaba, y decidió abrazar la vida religiosa.
Entre 1240 y 1243 recibió el hábito de la Orden de Santo Domingo, atraído y dirigido por Juan de San Julián, un conocido predicador del convento de Nápoles. La ciudad estaba asombrada al ver a un noble joven como él tomar el hábito de un pobre fraile. Su madre, con sentimientos de alegría y tristeza a la vez, se apresuró a ir a Nápoles a ver a su hijo. Los Dominicos, temiendo que se lo llevaran, le enviaron a Roma, aunque su destino final sería París o Colonia. Teodora convenció a los hermanos de Tomás, soldados al servicio del Emperador Federico, que capturaron al novicio cerca del pueblo de Aquependente y le recluyeron en la fortaleza de San Juan de Roccasecca. Allí estuvo detenido casi dos años, mientras sus padres, hermanos y hermanas hacían todo lo posible para destruir su vocación. Sus hermanos incluso tendieron trampas a su virtud, pero el puro novicio echó de la habitación a la tentadora con un tizón que sacó del fuego. Hacia el fin de su vida, Santo Tomás le confió a su fiel amigo y compañero, Reinaldo de Piperno, el secreto de un favor especial que recibió entonces. Cuando echó a la tentadora de la habitación, se arrodilló y ardientemente imploró a Dios que le concediera la integridad de mente y cuerpo. Cayó en un sueño ligero, y mientras dormía, dos ángeles se le aparecieron para asegurarle que su oración había sido escuchada. Le ciñeron un cinturón, diciendo: “Te ceñimos con el cinturón de la virginidad perpetua”. Y desde ese día en adelante jamás experimentó el más leve movimiento de la concupiscencia.
El tiempo en cautiverio no fue perdido. Su madre empezó a ceder tras los primeros impulsos de ira y tristeza; se les permitió a los Dominicos proporcionarle nuevos hábitos, y con la ayuda de su hermana obtuvo algunos libros: las Sagradas Escrituras, la Metafísica de Aristóteles y las “Sentencias” de Pedro Lombardo. Tras año y medio o dos en prisión, sea porque su madre se dio cuenta de que la profecía del ermitaño se cumpliría o bien porque sus hermanos temían las amenazas de Inocencio IV y Federico II, fue puesto en libertad bajándolo en un cesto a los brazos de los Dominicos que se admiraron al darse cuenta de que durante su cautiverio había progresado tanto como si hubiera estado en un studium generale (Calo).
Tomás enseguida hizo sus votos, y sus superiores le mandaron a Roma. Inocencio IV examinó con atención los motivos que le llevaron a entrar en la Orden de Predicadores, le despidió con una bendición y prohibió cualquier interferencia en su vocación. Juan el Teutón, cuarto Maestro General de la Orden, llevó al joven estudiante a París, y según la mayoría de los biógrafos del santo, a Colonia en 1244, a cargo de Alberto Magno, el más famoso profesor de la Orden. En las escuelas, el carácter humilde, introvertido y taciturno de Tomás fue mal interpretado como indicios de retraso mental, dando ocasión a que sus compañeros lo molestasen, dándole incluso el sobrenombre de “buey mudo”; pero cuando Alberto escuchó su brillante defensa de una difícil tesis, exclamó: “Llamamos a este joven un buey mudo, pero su mugido doctrinal un día resonará hasta los confines del mundo”.
En 1245 enviaron a Alberto a París y Tomás le acompañó como alumno. En 1248 ambos volvieron a Colonia. Alberto había sido nombrado regente del nuevo studium generale, erigido aquel año por el Capítulo General de la Orden y Tomás debía enseñar bajo su autoridad como Bachiller. Durante su estancia en Colonia, probablemente en 1250, fue ordenado sacerdote por Conrado de Hochstaden, arzobispo de esa ciudad. Durante toda su vida, con frecuencia predicó la Palabra de Dios en Alemania, Francia e Italia. Sus sermones se caracterizaban por su fuerza, piedad, solidez en la enseñanza y abundantes referencias bíblicas. En 1251 o 1252, el Maestro General de la Orden, aconsejado por Alberto Magno y Hugo de San Caro, nombró a Tomás Bachiller (subregente) del studium Dominico en París. Este nombramiento puede considerarse como el principio de su vida pública, ya que su enseñanza rápidamente llamó la atención tanto de profesores como de alumnos. Sus deberes consistían principalmente en explicar las “Sentencias” de Pedro Lombardo, y sus comentarios sobre ese texto teológico le proporcionaron el material y el esquema general para su obra magna, la Summa Theologica.
En el transcurso del tiempo, se le ordenó prepararse para el Doctorado de Teología por la Universidad de París, pero aplazaron la concesión del título por una disputa entre la universidad y los frailes. El conflicto, en su origen una disputa entre la universidad y las autoridades civiles, surgido tras un incidente con la guardia de la ciudad que resultó en un estudiante muerto y otros tres heridos. La universidad exigía una satisfacción que le fue negada. Los doctores cerraron sus facultades, juraron solemnemente que no las abrirían hasta ver satisfechas sus demandas; y decretaron que en el futuro a nadie se le conferiría el título de doctor a menos que jurase seguir la misma línea de conducta en circunstancias similares. Los Dominicos y Franciscanos, que habían seguido enseñando en sus escuelas, se negaron a hacer el juramento exigido, y de aquí surgió un amargo conflicto que estaba en su punto álgido cuando Santo Tomás y San Buenaventura estaban preparados para recibir sus doctorados. Guillermo de San Amour extendió la disputa más allá del tema original, atacó violentamente a los Frailes, de los que estaba evidentemente celoso, y les negó su derecho a ocupar cátedras en la universidad. El Papa Alejandro IV ordenó que los frailes mendicantes fueran admitidos al doctorado. Santo Tomás recibió su doctorado en teología el 23 de octubre de 1257. Su tema fue “La Majestad de Cristo”. Su texto, “Él riega los montes desde sus aposentos: del fruto de sus obras se sacia la tierra” (Sal. 103,13) sugerido, según se cree, por un visitante celeste, fue profético de su vida futura. La tradición cuenta que San Buenaventura y Santo Tomás recibieron el doctorado el mismo día y que hubo una “lucha” de humildad entre ambos amigos para ver quién sería el primero.
Desde entonces, la vida de Tomás puede resumirse en pocas palabras, orar, predicar, enseñar, escribir, viajar. La gente deseaba más escucharle a él que a Alberto, a quien Santo Tomás superaba en precisión, lucidez, concisión, fuerza de expresión y en universalidad de conocimientos. La Universidad de París le reclamaba como suyo; los Papas deseaban tenerle junto a ellos; los studia de la Orden ansiaban disfrutar de los beneficios de su enseñanza; así, le encontramos sucesivamente en Anagni, Roma, Bolonia, Orvieto, Viterbo, Perugia y París, y finalmente de nuevo en Nápoles, siempre enseñando y escribiendo, viviendo en la tierra con una pasión, un celo ardiente por exponer y defender la verdad Cristiana. Tan dedicado estaba a su sagrada misión que con lágrimas pedía que no le obligaran a aceptar la titularidad del Arzobispado de Nápoles, que le fue conferido por Clemente IV en 1265. De haber aceptado tal nombramiento, muy probablemente no habría escrito la Summa Theologica.
No sorprende leer en las biografías de Santo Tomás que frecuentemente se abstraía y quedaba en éxtasis. Hacia el final de su vida estos momentos de éxtasis se sucedían con mayor frecuencia. Una vez en Nápoles, en 1273, tras completar su tratado sobre la Eucaristía, tres hermanos le vieron levitar en éxtasis, y oyeron una voz que venía del crucifijo del altar que decía: “Has escrito bien de mí, Tomás, que recompensa deseas?”. Tomás respondió, “Nada más que a ti, Señor”. Se dice que esto se repitió en Orvieto y París.
Sin embargo, el 6 de diciembre de 1273 dejó su pluma y no escribió más. Ese día, durante la Misa, experimentó un éxtasis de mucha mayor duración que la acostumbrada; sobre lo que le fue revelado sólo podemos conjeturar por su respuesta al Padre Reinaldo, que le animaba a continuar sus escritos: “No puedo hacer más. Se me han revelado tales secretos que todo lo que he escrito hasta ahora parece que no vale para nada”. La Summa Theologica había sido terminada solo hasta la cuestión 90 de la tercera parte (De partibus poenitentiae). Tomás comenzó su preparación inmediata para la muerte.
Gregorio X, habiendo convocado un concilio general a celebrar en Lyon el primero de mayo de 1274, invitó a Tomás y Buenaventura a participar en las deliberaciones, ordenó al primero traer al concilio su tratado “Contra errores Graecorum” (Contra los Errores de los Griegos). Intentó obedecer y salió a pie en enero de 1274, pero le fallaron las fuerzas; cayó desplomado cerca de Terracina, desde donde le llevaron al Castillo de Maienza, hogar de su sobrina la Condesa Francesca Ceccano. Los monjes cistercienses de Fossa Nuova, insistieron para que se alojara con ellos, y así fue trasladado a su monasterio, y al entrar, le susurró a su compañero: “Este es para siempre el lugar de mi reposo; aquí habitaré porque lo deseo” (Sal. 131,14). Cuando el P. Reinaldo le pidió que se quedase en el castillo, el santo replicó: “Si el Señor desea llevarme consigo, será mejor que me encuentre entre religiosos que entre laicos”. Los Cistercienses le brindaron tantas atenciones y bondad, que abrumaron el sentido de humildad de Tomás. “¿A qué viene tanto honor”, exclamó, “que siervos de Dios lleven la leña para mi hoguera?”. Ante la insistencia de los monjes, el santo dictó un breve comentario sobre el Cantar de los Cantares. El final se acercaba; se le administró la Unción de los Enfermos. Cuando entraron con el Sagrado Viático a su habitación, pronunció el siguiente acto de fe: “Si en este mundo hubiese algún conocimiento de este sacramento más fuerte que el de la fe, deseo ahora usarlo en afirmar que creo firmemente y sé de cierto que Jesucristo, Dios Verdadero y Hombre Verdadero, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María está en este Sacramento... Te recibo a Ti, el precio de mi redención, por cuyo amor he velado, estudiado y trabajado. A Ti he predicado, a Ti he enseñado. Nunca he dicho nada en Tu contra: si dije algo mal, es sólo culpa de mi ignorancia. Tampoco quiero ser obstinado en mis opiniones, así que someto todas ellas al juicio y enmienda de la Santa Iglesia Romana, en cuya obediencia ahora dejo esta vida”.
Murió cerca de Terracina el 7 de marzo de 1274. Numerosos milagros atestiguaron su santidad. Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323. Los monjes de Fossa Nuova querían a toda costa quedarse con sus sagrados restos, pero Urbano V ordenó que el cuerpo fuera entregado a sus hermanos Dominicos, siendo trasladado a la iglesia Dominica de Toulouse (Tolosa del Languedoc) el 28 de enero de 1369. Este es el motivo por el que su memoria es celebrada en estas fechas. La magnífica capilla erigida en 1628 fue destruida durante la revolución francesa y su cuerpo trasladado a la iglesia de San Sernin, donde reposa hasta el día de hoy. El hueso mayor de su brazo izquierdo se conserva en la catedral de Nápoles. El brazo derecho, donado a la Universidad de París, originalmente fue conservado en la Capilla de Santo Tomás de la iglesia Dominicana, y actualmente en la iglesia Dominicana de Santa María Sopra Minerva en Roma a donde llegó tras la revolución francesa.
San Pío V proclamó a Santo Tomás “Doctor de la Iglesia” en 1567. En la Encíclica Aeterni Patris del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración de la filosofía cristiana, León XIII le declaró “príncipe y maestro de todos los doctores escolásticos”. El mismo ilustre pontífice, mediante un Breve del 4 de agosto de 1880, le designó patrono de todas las universidades, academias y escuelas católicas de todo el mundo.

2. Obras

Aunque Santo Tomás vivió menos de cincuenta años, escribió más de sesenta obras, unas cortas, otras largas. Esto no significa que toda la producción auténtica haya sido escrita directamente a mano; le ayudaron secretarios, y sus biógrafos aseguran que podía dictar a varios escribientes a la vez.
La obra de Santo Tomás puede clasificarse como filosófica, teológica, escriturística y apologética. Sus obras filosóficas son principalmente comentarios a Aristóteles y sus primeros escritos teológicos fueron comentarios de los cuatro primeros libros de “Sentencias” de Pedro Lombardo. Pero no sigue servilmente ni al Filósofo, ni al Maestro de las Sentencias.
Entre sus obras principales que muestran la personalidad y método de Santo Tomás, las siguientes merecen una destacada atención:
Por una lado están las “Quaestiones disputatae” (Cuestiones Disputadas): tratados más completos sobre temas que no quedaron lo bastante claros en sus conferencias y clases, y sobre los cuales había recibido preguntas solicitando su opinión. Son valiosos porque en ellos, el autor, libre de los límites del tiempo y espacio, se expresa libremente y proporciona todos los argumentos, en pro y en contra, de las opiniones en cuestión. Estas Cuestiones contienen los tratados:
-          De potentia,
-          De malo,
-          De spiritualibus creaturis,
-          De anima,
-          De unione Verbi Incarnati,
-          De virtutibus in communi,
-          De caritate,
-          De corretione fraterna,
-          De spe,
-          De virtutis cardinalis,
-          De veritate.
Por otro lado están las obras llamadas “Quodlibeta” (Temas Varios): presenta cuestiones o argumentos propuestos y sus respuestas, dadas dentro o fuera de las salas de conferencias, principalmente en los ejercicios escolásticos más formales, denominados “circuli”, “conclusiones” o “determinaciones”, que tenían lugar una o dos veces al año. Aquí encontramos los siguientes tratados:
-          De unitate intellectus contra Averroistas,
-          Commentaria in Libros Sententiarum,
-          Summa de veritate catholicae fidei contra gentiles (estos dos últimos escritos fueron los predecesores inmediatos de la Summa Theologica).
A estas obras, se suman otras tres escritas por orden del papa Urbano IV:
-          Opusculum contra errores Graecorum,
-          Officium de festo Corporis Christi (con los himnos: “Sacris Solemniis”, “Pange Lengua” y “Tantum Ergo”, “Verbum Supernum” y “O Salutaris Hostia”; en la Misa la bella secuencia: “Lauda Sion”; en el Oficio las antífonas: “O Sacrum Convivium” y “Catena Aurea”);
-          Summa Theologica.
La Summa Theologica es la obra que inmortalizó a Santo Tomás. El autor la consideraba sencillamente un manual de la doctrina Cristiana para estudiantes. En realidad es una completa exposición, ordenada con criterio científico, de la Teología y a la vez un sumario de la Filosofía Cristiana. En el breve prólogo, Santo Tomás destaca las dificultades experimentadas por los estudiantes de la doctrina sagrada en su tiempo, citando como causas: la proliferación de cuestiones, artículos y argumentos inútiles; la falta de un orden científico; frecuentes repeticiones, “que engendran disgusto y confusión en la mente de los alumnos”. Entonces añade: “con ánimo de evitar estas dificultades, intentaremos, confiando en la ayuda Divina, tratar sobre cosas que pertenezcan a la sagrada doctrina de manera tan concisa y clara como la complejidad del tema permita”. En la cuestión introductoria “De la Doctrina Sagrada”, demuestra que además del conocimiento que proporciona la razón, la Revelación es necesaria también para salvarse, primero porque sin ella, el hombre no puede conocer el fin sobrenatural al que debe tender por sus actos voluntarios; y segundo, porque sin la Revelación, incluso las verdades sobre Dios que pueden demostrarse con la razón serían conocidas “sólo por unos pocos, tras mucho tiempo, y con gran cantidad de errores”. Cuando se han aceptado las verdades reveladas, la mente del hombre puede explicarlas y sacar conclusiones de ellas. De aquí nace la Teología, que es una ciencia, porque procede de principios ciertos (a. 2). El objeto, o el sujeto, de esta ciencia es Dios; lo demás se considera sólo en cuanto a su relación con Dios (a. 7). La razón se usa en Teología no para demostrar las verdades de la fe, que se aceptan por autoridad divina, sino para defender, explicar y desarrollar las doctrinas reveladas (a. 8). Así, anuncia la división de la Summa: “Ya que el fin de esta sagrada ciencia es proporcionar el conocimiento de Dios, no solo como Él es en sí mismo, sino como el Principio y el Fin de todo, especialmente de las criaturas racionales, trataremos primero de Dios; en segundo lugar del progreso de la criatura racional hacia Dios; en tercer lugar de Cristo, quien como Hombre, es el camino mediante el cual tendemos a Dios”. Dios en sí mismo, como Creador, como el Fin de todas las cosas, en especial del hombre; Dios como el Redentor. Éstas son las principales ideas, las grandes categorías, bajo las que se contiene todo lo que es la Teología.

Subdivisiones de la Summa Theologica:
-                La Primera Parte (Prima Pars) se divide en tres tratados: [alpha] De aquellas cosas que pertenecen a la Esencia de Dios; [beta] De la distinción de Personas en Dios (el misterio de la Trinidad); [gamma] De la producción de las criaturas por Dios y de las criaturas por Él producidas.
-                La Segunda Parte (Secunda Pars), se denomina a veces “la Teología Moral” de Santo Tomás; es decir, su tratado sobre Dios como fin del hombre y sobre los actos humanos. Se subdivide en dos partes, conocidas como la Primera Sección de la Segunda (Prima Secundae, I-II, 1a 2ae) y la Segunda de la Segunda (Secunda Secundae, II-II, 2a 2ae.).
·                Prima Secundae. Las cinco primeras cuestiones se dedican a demostrar que el último fin del hombre, su beatitud, consiste en la posesión de Dios. El hombre puede alcanzar o desviarse de ese fin mediante sus actos propiamente humanos, es decir, mediante actos libres y deliberados. Sobre los actos humanos trata antes, de manera general (en todas excepto las primeras cinco cuestiones de la I-II), y luego, en detalle (en toda la II-II). El tratado sobre los actos humanos en general se divide en dos partes: la primera, sobre los actos humanos en sí mismos; la otra sobre los principios o causas, extrínsecas o intrínsecas de esos actos. En estos tratados y en la Segunda de la Segunda, Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles, ofrece una perfecta descripción y un análisis maravillosamente penetrante de los movimientos de la mente y el corazón del hombre.
·                Secunda Secundae, considera los actos humanos, es decir, las virtudes y los vicios, en particular. En ella, Santo Tomás trata primero sobre aquellas cosas que afectan a todos los hombres, sea cual sea su estado social, y después sobre aquellas cosas que afectan sólo a algunos. Lo que afecta a todos se reduce a siete apartados: Fe Esperanza y Caridad; Prudencia, Justicia, Fortaleza, y Templanza. En cada apartado, para evitar repeticiones, Santo Tomás trata no solo de la virtud misma, sino de los vicios opuestos a ella, los mandamientos para practicarla, y del don del Espíritu Santo que le corresponde. Lo que afecta a algunos solamente, se reducen a tres apartados: las gracias dadas libremente (gratia gratis datae) a ciertos individuos para el bien de la Iglesia, tales como el don de lenguas, de profecía o de milagros; la vida activa y la contemplativa; los estados de la vida y los deberes de cada estado, sobre todo de obispos y religiosos.
-                 La Tercera Parte trata de Cristo y de los beneficios que ha dado al hombre, de ahí, tres tratados: De la Encarnación, y sobre lo que el Salvador hizo y padeció; De los Sacramentos, instituidos por Cristo y derivan su eficacia de Sus méritos y sufrimientos; De la Vida Eterna, es decir, del fin del mundo, la resurrección de los muertos, el juicio, el castigo de los malos, la felicidad de los justos que mediante Cristo alcanzan la vida eterna en el cielo.
Tardó ocho años en escribir la obra, que comenzó en Roma, donde escribió la Primera y la Primera de la Segunda Parte (1265-69). La Segunda de la Segunda, la comenzó en Roma y la acabó en París (1271). En 1272 Santo Tomás viajó a Nápoles, donde también durante el 1273 escribió la Tercera Parte  hasta la cuestión 90 del tratado De la Penitencia. La obra se ha “terminado” añadiendo un suplemento, basado en otros escritos de Santo Tomás, atribuidos en algunos casos a Pedro de Auvergne, en otros a Enrique de Gorkum. Atribuciones que son rechazadas por los editores de la edición Leonina. Mandonnet favorece la muy probable opinión que fue recopilado por el P. Reinaldo de Piperno, el fiel compañero y secretario del Santo. La Summa contiene 38 Tratados, 612 Cuestiones, subdivididas en 3120 artículos, en los que se proponen y responden 10.000 objeciones.
La Summa es doctrina Cristiana en forma científica; es la razón humana rindiendo el máximo servicio en la defensa y explicación de las verdades de la religión cristiana. Es la respuesta del maduro y santo doctor a la pregunta de su niñez: ¿Qué es Dios? La Revelación, conocida por las Escrituras y la Tradición; la razón y sus mejores logros; la solidez y plenitud de la doctrina; el orden, concisión y claridad de expresión, la abnegación, el amor de la verdad sola, de lo que se sigue una sorprendente equidad hacia los adversarios y una gran tranquilidad al combatir sus errores; sobriedad y firmeza de juicio, junto a una piedad abundante en ternura y claridad. Todo ello se encuentra en esta Summa más que en sus otras obras, o en las de sus contemporáneos, porque “entre los doctores escolásticos, destaca por encima de todos su jefe y maestro Tomás de Aquino, que como dice Cayetano ‘porque veneró los antiguos doctores de la Iglesia, parece haber heredado de alguna manera el intelecto de todos ellos’” (Encíclica Aeterni Patris de León XIII).

3. Método y estilo

No es posible expresar el método tomista en una palabra, si no es con la expresión “ecléctico”. Es Aristotélico, Platónico y Socrático; es inductivo y deductivo; es analítico y sintético. Tomó lo mejor que encontró en aquellos que le precedieron, separando la paja del grano, aprobando lo verdadero, rechazando lo falso. Su poder de síntesis era extraordinario. Ningún escritor le superó en la facultad de expresar en pocas, pero bien escogidas palabras, la verdad recogida de una multitud de opiniones diversas y antagónicas. Le da el lugar que le corresponde a la razón en la teología, pero la mantiene dentro de sus propios límites. Contra los Tradicionalistas la Santa Sede ha declarado que el método de Santo Tomás y San Buenaventura no lleva al Racionalismo (Denzinger-Bannwart, n. 1652). Aunque no fue tan original al investigar la naturaleza como Alberto Magno y Roger Bacon, era un adelantado a su tiempo en la ciencia, y muchas de sus opiniones son de valor científico incluso en el siglo veintiuno. Veamos por ejemplo, lo siguiente: “En la misma planta hay una virtud doble, activa y pasiva, aunque algunas veces la activa se encuentra en una y la pasiva en otra, así que una planta dícese ser masculina y la otra femenina” (3 Sent., D. III Q II, a 1).
El estilo de Santo Tomás es un término medio, entre la ruda expresividad de algunos Escolásticos y la fastidiosa elegancia de Juan de Salisbury; es destacable por su exactitud, brevedad, y plenitud. El Papa Inocencio VI (citado en la Encíclica Aeterni Patris de León XIII) declaró que con la excepción de los escritos canónicos, las obras de Santo Tomás superan a todas las demás en “exactitud en su expresión y veracidad en sus afirmaciones”. Los grandes oradores, como Boussuet, Lacordaire, Monsabre, han estudiado su estilo, y han sido influenciados por él, pero no han sido capaces de reproducirlo. Lo mismo los teólogos; Cayetano conocía el estilo de Santo Tomás mejor que ninguno de sus discípulos, pero éste no alcanza a su gran maestro en la claridad y exactitud de expresión, en la sobriedad y la solidez de sus juicios. Santo Tomás no logró esta perfección sin esfuerzo. Aunque era un genio singular, también era un trabajador infatigable, que con la práctica continua alcanzó el singular grado de perfección en el arte de escribir, en la que el “arte” desaparece.

II. INFLUENCIAS EN SANTO TOMÁS

Santo Tomás de Aquino es tenido como el gran sistematizador de la Filosofía medieval y, en cuanto tal, no fue ajeno a ninguna corriente filosófica de su tiempo. Así, en su Filosofía confluyen los Padres de la Iglesia, especialmente S. Agustín, los filósofos árabes y judíos, los neoplatónicos y Aristóteles.

1. Causas del genio de Santo Tomás

a. Causas naturales         

Como fundamento, estaba dotado de un talento intelectual y un corazón extraordinarios. Como dice la Escritura, “era un niño listo, y había recibido un buen corazón” (Sab. 8,19). Desde el principio se manifestó su precocidad, talento y carácter pensativo, siempre por delante de su edad.
Recibió una óptima educación, que fue tal que ya de por sí se podían esperan grandes cosas de él. Su formación en Monte Casino, Nápoles, París y Colonia fue la mejor que el s. XIII podía ofrecer, siendo ese siglo la edad dorada de la educación. Es evidente que ofreció excelentes oportunidades para formar grandes filósofos y teólogos, como prueba recordemos el carácter de los contemporáneos de Santo Tomás: Alejandro de Hales, Alberto Magno, Buenaventura, Raimundo de Peñafort, Roger Bacon, Hugo de S. Caro, etc. Esto demuestra que eran días de auténticos estudiosos y sabios. De entre todos sus profesores destaca San Alberto Magno, con el que estudió en París y Colonia.
Tuvo la dicha de haber contado con las mejores bibliotecas del momento, tanto en Nápoles como en París. Los libros que más le influyeron fueron la Biblia, los Decretos de los concilios y los Papas, las obras de los Padres, griegos y latinos, especialmente San Agustín, las “Sentencias” de Pedro Lombardo, los escritos de los filósofos, especialmente de Platón, Aristóteles y Boecio. Indirectamente fue influenciado también por Averroes, el principal oponente a combatir para defender al auténtico Aristóteles.
Santo Tomás poseía una extraordinaria memoria y un poderoso entendimiento. El P. Daniel d'Agusta una vez le insistió para que dijera cuál consideraba la mayor gracia que había recibido, exceptuando, naturalmente la gracia santificante, y él contestó: “Creo que haber entendido todo aquello que he leído”. San Antonino declaró que “recordaba todo lo que leía y que su mente era como una enorme biblioteca”. Muchos suponen que se había aprendido de memoria la Biblia entera mientras estuvo encerrado en el Castillo de San Juan.
Un profundo respeto por la Fe y la autoridad de la Iglesia caracteriza toda su obra. La práctica de la Iglesia (consuetudo ecclesiae) debe prevalecer sobre la autoridad de cualquier doctor (II-II Q. X, a. 12). En la Summa cita 19 concilios, 41 Papas y 52 Padres de la Iglesia.
Un sano juicio que le llevó a valorar todo lo que de bueno habían dicho incluso los pensadores no cristianos. Como San Agustín, Santo Tomás mantenía que debemos tomar lo que haya de verdad de las obras de los filósofos paganos, en calidad de “injustos poseedores” y adaptarlo a las enseñanzas de la religión verdadera (Summa Theologica I, Q. LXXXIV, a. 5). Solo en la Summa cita de las obras de 46 filósofos y poetas, siendo sus autores favoritos Aristóteles, Platón y entre los autores cristianos, Boecio. De Aristóteles, aprendió ese amor por el orden y la exactitud de expresión que caracteriza su propia obra. De Boecio aprendió que se podían usar los escritos de Aristóteles sin causar detrimento al Cristianismo. Sin embargo, no siguió el vano intento de Boecio de reconciliar a Platón con Aristóteles. En general, el Estagirita fue su maestro, pero la elevación y grandeza de los conceptos de Santo Tomás y la majestuosa dignidad de su método hablan con gran fuerza del sublime Platón.
Pero incluso si no aceptamos literalmente la declaración de Juan XXII de que Santo Tomás realizó tantos milagros como artículos hay en la Summa, hemos de buscar más allá de las causas naturales para intentar explicar su extraordinaria carrera y maravillosos escritos. Aunque no admitiéramos el excesivo entusiasmo por parte de sus admiradores, hemos de admitir que su extraordinaria sabiduría no puede atribuirse meramente a causas naturales.

b. Causas sobrenaturales

La pureza de mente y cuerpo contribuyen en gran medida a la claridad de visión. Mediante el don de la pureza, concedido milagrosamente en el episodio del cinturón místico, Dios hizo angélica la vida de Tomás; la perspicacia y hondura de su intelecto, con la ayuda de la gracia, le hizo el Doctor Angelicus.
El espíritu de oración, piedad y devoción, junto con su generosidad en la mortificación. Explicando por qué leía diariamente fragmentos de las “Conferencias” de Casiano, dijo: “En estas lecturas encuentro la devoción, mediante la cual asciendo rápidamente a la contemplación”. En la lectura del Oficio Divino correspondiente a su festividad, se dice que nunca empezaba a estudiar sin invocar la ayuda de Dios en la oración; y que cuando luchaba por entender oscuros pasajes bíblicos, añadía el ayuno.
Testimonios de quienes le conocieron en vida demuestran que recibió ayuda celestial. Declaró al P. Reinaldo que había aprendido más en oración y contemplación que de hombres y libros. Los mismos autores cuentan sobre ciertos misteriosos visitantes que le animaban e iluminaban. Se le apareció la Santísima Virgen para asegurarle que sus escritos eran aceptables ante Dios, y que se le concedería perseverar en su santa vocación. San Pedro y San Pablo vinieron a ayudarle a interpretar un difícil pasaje de Isaías. Cuando su humildad le hizo considerarse indigno del doctorado, un venerable religioso de su orden, (se cree que fue Santo Domingo) se le apareció para animarle y sugerirle el texto de su discurso de apertura.
Puede decirse que trabajó como si todo dependiera de sus propias fuerzas y oró como si todo dependiera de Dios.

2. Influencias en Santo Tomás

Santo Tomás es el más importante filósofo cristiano y en él culmina la llamada escolástica. Aunque su obra es ciertamente original, no es difícil señalar las fuentes de su pensamiento. Veamos las más destacadas.

a. De la filosofía griega

a.1. Platón (427-347 a.C.)

·         De él recibe la doctrina de la participación, para explicar la relación entre Dios y las criaturas.
·         El principio de causalidad ejemplar, por el que se sostiene que Dios es la Causa ejemplar que imitan las criaturas.
·         También viene de Platón la noción de los grados de perfección, que influirá en la formulación de la Cuarta Vía.  

a.2. Heráclito (540-480 a.C.) y la filosofía estoica (s. IV-III a.C.)

·         La idea de alma presente en Heráclito, mucho más elevada que la idea que de ésta se tenía en el orfismo, como algo emparentado con el “fuego eternamente vivo” de lo divino que penetra todo el cosmos.
·         La idea de ley natural presentes en Heráclito y en la filosofía estoica pueden considerarse como antecedentes de la idea tomista de ley natural.

a.3. ARISTÓTELES (384-322 a.C.)

La influencia  más importante de la filosofía griega en el pensamiento de Santo Tomás es sin duda la de Aristóteles, al que cita en sus obras como “El Filósofo”. La profunda afinidad de Aristóteles con la filosofía del Doctor Angélico se manifiesta en casi todas las áreas de su filosofía, aunque siempre matizadas y completadas por su concepción cristiana de la realidad.
·         En la Ontología de Santo Tomás encontramos los conceptos y teorías aristotélicos fundamentales: la distinción entre substancia y accidentes, considerados los dos modos fundamentales de ser, a los que llama predicamentos o categorías; la teoría de la causalidad, distinguiendo las cuatro causas: materias, formal, eficiente y final; la teoría de la analogía del ser, o escala ontológica que va desde el grado de ser más ínfimo, pasando por grados intermedios de ser, hasta elevarse al grado supremo que es el del motor inmóvil, que para Santo Tomás es Dios; la creencia en la existencia de los universales y de las esencias. A estos conceptos Santo Tomás añade la distinción metafísica entre esencia y existencia, y Dios como fundamento último de la realidad.
  • En su Teología natural, la influencia aristotélica se nota principalmente en la formulación de algunos de los argumentos racionales para demostrar la existencia de Dios; en concreto, en la primera, segunda y quinta Vías; así como también en la concepción de Dios como motor inmóvil, acto puro y forma inmaterial.
  • En su Filosofía de la naturaleza, su descripción del mundo físico es aristotélica: el hilemorfismo, o estructura “materia” y “forma”, que constituye todo ser material; la distinción entre acto y potencia, y la prioridad del primero respecto a la segunda; la resolución del problema del movimiento, entendiéndolo como modalidad imperfecta de ser, y a la luz de la definición aristotélica de movimiento como “’acto’ de lo que está en potencia en cuanto que está en potencia”, santo Tomás lo define como el “acto imperfecto y de lo imperfecto”; los tipos de cambio: substancial y accidental, y dentro de éste último el cuantitativo, cualitativo y local; las explicaciones teleológicas del mundo natural; la división del mundo en sublunar y supralunar, con principios y leyes distintas para cada ámbito.
  • En su Teoría del conocimiento, es aristotélica la primacía de la experiencia real sobre la experiencia subjetiva en la fundamentación del conocimiento; la idea de que el conocimiento no se limita a lo captado por los sentidos, ya que también podemos conocer las realidades trascendentes: la sustancia, la esencia, la forma, el motor inmóvil, etc., y en Santo Tomás también: el alma humana, los ángeles y Dios.
  • En Psicología filosófica, encontramos la influencia del concepto aristotélico de alma; por una lado, la visión tripartita del alma: vegetativa, sensitiva e intelectiva; por otro lado, la concepción del alma como forma y acto del cuerpo. Sin embargo, a diferencia de Aristóteles, Santo Tomás no tiene un concepto biologista del alma y sostiene con claridad su inmortalidad.  
  • En su Antropología, encontramos la influencia aristotélica en su concepción del hombre como unidad sustancial, constituido por un doble principio: alma y cuerpo, que se relacionan  entre sí como lo hacen la forma sustancial y la materia prima; la consideración del hombre como el ser superior entre los demás seres del universo; aunque Santo Tomás superará la concepción aristotélica del hombre como mero “animal racional y político”, entendiéndolo como “persona”.   
  • En su Ética, Santo Tomás acoge la idea de que las normas morales se basan en la naturaleza humana, y que el conocimiento de ésta es el punto de partida para la formulación de la ley moral; el concepto y la clasificación de la virtud, a las que santo Tomás añade las virtudes sobrenaturales; la concepción de la felicidad como fin último del hombre, la cual consiste sobre todo en la contemplación del motor inmóvil, que en Santo Tomás se trata de la contemplación de Dios.
  • En su Política, emplea las ideas aristotélicas de ley natural, completándolas sin embargo con la referencia a la ley eterna, concepto que desde luego estaba ausente en Aristóteles.

b. Del pensamiento medieval

b.1. Del pensamiento árabe

  • Avicena (s. XI), a su vez influenciado por Alfarabí, influye en Santo Tomás con el concepto contingencia, y de este modo en la formulación de la tercera Vía; también con la distinción entre esencia y existencia.
  • Averroes (s. XII). Su influencia es indirecta. Por un lado, Santo Tomás se enfrenta a los seguidores cristianos de éste (averroísmo latino), para demostrar que parte de las interpretaciones de Aristóteles que Averroes hacía, relativas al origen del mundo y a la inmortalidad del alma eran erróneas. Por otro lado, la polémica contra la teoría de la doble verdad de los averroístas (lo que es verdadero ante la razón puede no serlo ante la fe) le permitió hacer una defensa de la armonía entre los dos órdenes de conocimiento, el racional (la filosofía) y el sobrenatural (la religión).  

b.2. Del pensamiento judío

·         Maimónides (s. XII), le influyó su concepto de creación del mundo a partir de la nada; y su forma de entender las relaciones entre fe y razón.

b.3. Del pensamiento cristiano

·         Le influyen los textos fundamentales del cristianismo: la Biblia y los Decretos de los Concilios y los Papas.
·         San Agustín (354-430) es uno de los autores cristiano de mayor influencia en Santo Tomás, particularmente en la relación de los atributos de Dios; en la idea de creación; en la tesis de la inmaterialidad del alma; en la concepción de la existencia y del estatuto ontológico que corresponde al mal; en la concepción de argumentos teológicos como la gracia y el pecado.
  • Boecio (480-524) y Pseudo-Dionisio (siglo V), le influyeron en los aspectos neoplatónicos de sus obras, como es el caso del concepto participación y, de este modo, en la formulación de la Cuarta Vía.
  • Pedro Lombardo (1110-1160), quien con su libro las “Sentencias” influyó grandemente al inicio del itinerario pedagógico de Santo Tomás.
·         Alejandro de Hales (1185-1245) y Buenaventura (1218-1274), le influyen con su distinción entre esencia y existencia, ya presente en los filósofos árabes (Alfarabí, Avicena) y judíos (Maimónides).
  • San Alberto Magno (1193/1206-1280), que fue quien le introdujo en el conocimiento de Aristóteles y le mostró la posibilidad de hacer de él una lectura compatible con el dogma.
Santo Tomás fue influido por muchos otros autores, cristianos o no, como Séneca (4 a.C-65 d.C.), San Juan Damasceno (675-749), etc; así como de parte de corrientes filosóficas como el platonismo y neoplatonismo, especialmente con Plotino (204-205).

III. INFLUENCIAS DE SANTO TOMÁS

El pensamiento de Santo Tomás tiene notables repercusiones posteriores, como por ejemplo en la separación, distinción y fundamentación entre Teología Revelada y Teología Natural, o entre Derecho Natural y Derecho Positivo, etc., y, más actualmente en el mensaje de los sumos pontífices de la Iglesia.

1. Aprecio a Santo Tomás

a. Aprecio en la Iglesia

Si bien inmediatamente después de su muerte, excepto entre los dominicos, se da una oposición a la filosofía de Santo Tomás (ss. XIII-XIV), pues, por un lado, los franciscanos reivindicaron la doctrina de San Agustín como la más fiel desde el punto de vista cristiano, y por otro lado, las autoridades eclesiásticas de París y Oxford condenaron algunas tesis tomistas en 1277; en un segundo momento, en cambio, se advierte que el temor a su doctrina era infundado y la filosofía de Santo Tomás alcanza el triunfo liberándose de sospechas e influenciando el pensamiento cristiano posterior.
Poco después de su muerte, los escritos de Santo Tomás eran universalmente estimados. Los Dominicos naturalmente fueron los primeros en seguir al Santo. El Capítulo General de París se 1279 prometió grandes penas para todo aquel que se atreviese a hablar irreverentemente de él o de sus obras. Los Capítulos de París de 1286, de Burdeos de 1287 y de Lucca de 1288, expresamente dispusieron que los frailes tenían que seguir la doctrina de Tomás. La Universidad de París, coincidiendo con la muerte de Tomás, envió una misiva oficial de pésame al capítulo general de los Dominicos, diciendo que con los hermanos, la universidad expresaba su dolor por la pérdida de aquél que era como suyo propio por sus muchos títulos. En la encíclica Aeterni Patris, León XIII menciona las Universidades de París, Salamanca, Alcalá, Douai, Toulouse, Lovaina, Padua, Bolonia, Nápoles, Coimbra, como “las sedes del conocimiento humano donde Tomás reinaba supremo, y donde las mentes de todos, maestros y discípulos, disfrutaban de una maravillosa armonía bajo la tutela y autoridad del Doctor Angélico”. Los seminarios y escuelas siguieron a las universidades. La Summa gradualmente sustituyó a las “Sentencias” como texto de teología. Las mentes se formaban según los principios de Santo Tomás; se convirtió en un gran maestro, ejerciendo una vasta influencia universal sobre las opiniones de los hombres y sus obras; porque incluso los que no adoptaban todas sus conclusiones, quedaban obligados a considerar sus opiniones. Se estima que se han escrito unos seis mil comentarios sobre la obra de Santo Tomás. Durante los últimos 600 años, se han publicado manuales de teología y filosofía, compuestos con la intención de impartir su enseñanza; traducciones, estudios o resúmenes (études), de partes de sus obras, y hasta hoy, su nombre se honra en todo el mundo. En cada uno de los Concilios Generales que han tenido lugar después de su muerte, Santo Tomás siempre ha ocupado un lugar de honor. En el Concilio de Lyon su obra “Contra errores Graecorum” fue utilizado con gran efecto contra los Griegos. En disputas posteriores, antes y durante el Concilio de Florencia, Juan de Montenegro, el campeón de la ortodoxia Latina, encontró en Santo Tomás una fuente inagotable de argumentos irrefutables. El “Decretum pro Armenis” (Instrucción para los Armenios) emitido por la autoridad de ese concilio, está tomado casi literalmente de su tratado “De fidel articuli et septem sacramentis” (Cfr. Densinger-Bannwart n. 695). “En los Concilios de Lyon, Vienne, Florencia y el Vaticano I”, escribe León XIII  en la encíclica Aeterni Patris, “casi podríase decir que Tomás participó y presidió las deliberaciones y decretos de los Padres contendiendo contra los errores de los Griegos, herejes y Racionalistas, con una fuerza invencible y con los más felices resultados”. Pero la mayor y más especial gloria de Tomás, que no comparte con ningún otro Doctor Católico, es que los Padres de Trento hicieron parte del orden del cónclave poner sobre el altar, junto al códice de las Sagradas Escrituras y los Decretos de los Sumos Pontífices, la Summa de Tomás de Aquino, para buscar consejo, razones e inspiración. Mayor influencia, nadie puede tener.
Tras su canonización en 1323, el tomismo se extiende paulatinamente, primero entre los Dominicos y posteriormente en otras ordenes religiosas. El lugar que ocupa en la Iglesia lo explica el gran León XIII en la encíclica Aeterni Patris, en la que recomienda el estudio de la filosofía escolástica: “Es sabido que casi todos los fundadores y legisladores de órdenes religiosas ordenaron a sus frailes estudiar y hacer suyas las enseñanzas de Santo Tomás... Además de la familia Dominica, que justamente reclama como suyo a éste gran maestro, los estatutos de los Benedictinos, Carmelitas, Agustinos, Jesuitas y muchos otros, dan testimonio de su acatamiento de esta ley”. Entre los “muchos otros”, Servitas, Pasionistas, Bernabitas y Sulpicianos se han dedicado de manera especial al estudio de Santo Tomás. Las principales universidades donde Santo Tomás brillaba como gran maestro eran tantas. Los doctores parisinos le llamaban estrella del alba, sol luminoso, luz de la Iglesia entera. Esteban, Obispo de París, reprendiendo a aquellos que se atrevían a atacar la doctrina de aquel “excelentísimo Doctor, el bendito Tomás”, le llama “la gran luminaria de la Iglesia Católica, la joya del sacerdocio, la flor de los doctores, el lustroso espejo de la Universidad de París”. En la antigua Universidad de Lovaina, los doctores tenían que descubrirse e inclinarse cuando pronunciaban el nombre de Tomás.
Los concilios ecuménicos, donde florecen las flores de todo el conocimiento terrenal, siempre han procurado de honrar de manera singular a Santo Tomás (León XIII en la encíclica Aeterni Patris).
El “Bullarium Ordinis Praedicatorum”, publicado en 1729-39, cita 38 bulas en las que 18 soberanos pontífices alabaron y recomendaron la doctrina de Santo Tomás. En primer lugar, el destacado testimonio de Inocencio VI: “Su enseñanza, por encima de todas, exceptuando sólo los cánones, posee tal elegancia en sus frases, un método en sus afirmaciones, una verdad en sus proposiciones, que aquellos que la siguen, nunca se desviarán del camino de la verdad, y el que se atreva a refutarla, siempre será sospechoso de error”. León XIII sobrepasó a sus predecesores en su admiración por Santo Tomás, y declaró que en sus obras se encuentra el remedio para los muchos males que afligen a nuestra sociedad. Las Encíclicas de ese ilustre Pontífice demuestran que había estudiado las obras del Doctor Angélico. Esto es evidente en las epístolas sobre el matrimonio Cristiano, la constitución Cristiana de los Estados, la condición de las clases trabajadoras, y el estudio de la Sagrada Escritura. El Papa Pío X, en varias Epístolas, por ejemplo en Pascendi Dominici Gregis (septiembre 1907), insiste en observar las recomendaciones de León XIII sobre el estudio de Santo Tomás. Intentar dar los nombres de los escritores católicos que han expresado su admiración por Santo Tomás sería una tarea imposible, porque la lista incluiría a casi todos los autores de filosofía o teología desde el siglo XIII, además de cientos de autores de otros temas.

b. Aprecio fuera de la Iglesia

Como dice el papa León XIII, “Un último triunfo se reservaba para este hombre incomparable -el obligado homenaje, las alabanzas y la admiración incluso de los mismísimos enemigos de la palabra Católico”.
Incluso los Anti-escolásticos, Herejes y Cismáticos han de algún modo rendido homenaje a Santo Tomás. La ortodoxia de Santo Tomás atrajo sobre sí mismo el odio de todos los Griegos opuestos a la unión con Roma. Los líderes de la revolución del siglo XVI honraron a Santo Tomás con sus ataques, en especial el mismo Lutero, con sus violentas invectivas contra el gran Doctor. Citando el alegato de Martín Bucer, “Quitad a Tomás y yo destruiré la Iglesia”, León XIII comenta, “La esperanza era vana, pero el testimonio tiene su valor”.
Calo, Tocco, y otros biógrafos cuentan que Santo Tomás, viajando de Roma a Nápoles, convirtió a dos célebres rabinos Judíos que conoció en la casa de campo del Cardenal Richard. El Rabino Pablo de Burgos, en el siglo XV, se convirtió leyendo las obras de Santo Tomás. Teobaldo Thamer, discípulo de Melanchton, abjuró su herejía tras haber leído la Summa con el propósito de refutarla. El Calvinista Duperron se convirtió de manera similar, y llegó a ser Arzobispo de Sens y cardenal. Pasada la amargura del primer período de Protestantismo, los protestantes vieron la necesidad de conservar muchas partes de la filosofía y teología Católicas, y los que llegaban a conocer a Santo Tomás no tenían más remedio que profesarle su admiración. Uberweg dice que “Elevó la Escolástica a su más alto grado de desarrollo, efectuando la más perfecta acomodación posible de la filosofía aristotélica a la ortodoxia eclesiástica”. Durante muchos años, especialmente desde el tiempo de Pusey y Newman, Santo Tomás ha sido muy considerado en Oxford. Los Anglicanos profesan una gran admiración por Santo Tomás.

2. Seguimiento en la doctrina

Las obras de Aristóteles habían llegado a Francia en malas traducciones llenas de comentarios engañosos de filósofos judíos y musulmanes. Ello dio lugar a una ola de errores que tanto alarmaron las autoridades que la lectura de la Física y Metafísica de Aristóteles fue prohibida por Roberto de Courçon en 1210, siendo moderado el decreto por Gregorio IX en 1231. En la Universidad de París se introdujo subrepticiamente el espíritu insidioso de irreverencia y “Racionalismo”, representado especialmente por Abelardo y Raimundo Lullus, quienes mantenían que la razón podía conocer y demostrar todas las cosas, incluso los misterios de la Fe. Averroes propagó doctrinas peligrosas, destacando dos errores: la doctrina de la doble verdad (lo que es verdadero en filosofía podría no serlo en religión); y que todos los hombres tienen una sola alma. Averroes era llamado comúnmente “El Comentador”, pero Santo Tomás dice que “era, más que un Peripatético, un corruptor de la filosofía Peripatética”. Aplicando un principio de San Agustín, (véase I Q. LXXXIV, a. 5), siguiendo los pasos de Alejandro de Hales y Alberto Magno, Santo Tomás decidió tomar lo verdadero de los “injustos poseedores”, para ponerlo al servicio de la religión revelada. Las objeciones contra Aristóteles cesarían si se conociese el verdadero Aristóteles; por eso su primer interés fue obtener una traducción nueva de las obras del gran filósofo, y purificar a Aristóteles, refutando las falsas interpretaciones de Averroes.
La obra intelectual de Santo Tomás puede resumirse en dos enunciados: establecer la verdadera relación entre Fe y Razón y sistematizar la teología.
-                 La relación entre fe y razón. Los principios de Santo Tomás sobre la relación entre Fe y Razón son cuatro: primero, que la sola razón no basta para guiar a los hombres; se necesita de la Revelación. Segundo, la razón y la Revelación, aunque distintas, no se oponen entre sí. Tercero, la Fe preserva la razón del error. Y cuarto, la razón debe servir la causa de la Fe; servicio que se realiza de tres formas: la razón debe preparar la mente humana para recibir la Fe (praeambula fidei); la razón debe explicar y desarrollar las verdades de la Fe y exponerlas de forma científica (teologia); la razón debe defender las verdades reveladas por Dios Todopoderoso (apologética). Esto es un desarrollo de la famosa frase de San Agustín, en la que dice que el recto uso de la razón es “aquel que engendra..., nutre, defiende y refuerza la Fe” (De Trinitate, XIV s i).
-                 La sistematización de la Teología. El próximo paso fue poner la razón al servicio de la Fe, dando forma científica a la doctrina Cristiana. La Escolástica no consiste, como algunos imaginan, en inútiles discusiones y sutilezas, sino en expresar la verdadera doctrina en lenguaje exacto, claro y conciso. La obra de San Anselmo y Pedro Lombardo, fue perfeccionada por los teólogos Escolásticos. Desde entonces, no se ha hecho ninguna mejora substancial en el plan y sistema de la teología, aunque el campo de la apologética se ha ensanchado, y la teología positiva ha cobrado mayor importancia.
Es interesante mencionar dos libros muy conocidos y apreciados, inspirados por y basados en los escritos de Santo Tomás. El Catecismo del Concilio de Trento, compuesto por discípulos del Doctor Angélico, es en realidad un compendio de su teología, presentada en forma apropiada para uso de los párrocos. La Divina Comedia de Dante se ha llamado “la Summa de Santo Tomás en verso”, y los comentaristas hacen derivar las divisiones y descripciones de las virtudes y los vicios del gran poeta florentino a la “Secunda Secundae”.
La carrera de Santo Tomás en sí misma hubiera justificado a León XIII cuando aseguró a los hombres del siglo XIX que la Iglesia Católica no se oponía al recto uso de la razón.

3. Influencias en la Iglesia

En el Syllabus de 1864 Pío IX condenó una afirmación que decía que los métodos y principios de los antiguos doctores escolásticos no se adaptaban a las necesidades de nuestro tiempo y al progreso científico (Denzinger-Bannwart, n. 1713).
Los principios de Santo Tomás sobre la relación entre Fe y Razón se proclamaron solemnemente en el Concilio Vaticano I. Los capítulos 2, 3 y 4 de la Constitución Dei Filius tienen un enorme parecido a los escritos del Doctor Angélico.
El servicio de Santo Tomás a la Fe lo resume León XIII en la encíclica Aeterni Patris: “Ganó esta distinción por sí mismo: que él sólo combatió victoriosamente los errores de tiempos antiguos y dio armas invencibles para vencer cualquiera que en el futuro pudieran surgir. Distinguiendo con claridad, como debe ser, la razón y la fe, preservó y consideró los derechos de cada una, tanto así que la razón remontada en las alas de Tomás puede apenas elevarse más, mientras que la fe difícilmente puede esperar mayores o más potentes auxilios de la razón que los que ya ha obtenido por medio de Tomás”.
En la misma encíclica, León XIII, citando a Sixto V (Bula “Triumphantis”, de 1588) declara que mucho le debemos al uso recto de la filosofía por “esos nobles dones que hacen de la teología Escolástica tan formidable contra los enemigos de la verdad” porque “la inmediata coherencia entre causa y efecto, el orden y la disposición de un ejército disciplinado en la batalla, esas claras definiciones y distinciones, aquellos poderosos argumentos y agudas discusiones por las que la luz se distingue de las tinieblas, lo verdadero de lo falso, exponen y desnudan las falsedades de los herejes envueltas en una nube de subterfugios y falacias”.
En la encíclica Aeterni Patris, León XIII señala los beneficios que se derivan de “una reforma práctica de la filosofía, restaurando las reconocidas enseñanzas de Santo Tomás de Aquino”. El Papa exhorta a los obispos a “restaurar la sabiduría áurea de Tomás y difundirla por todas partes en defensa y para mayor belleza de la Fe Católica, para el bien de la sociedad y para el avance de todas las ciencias”. En las páginas de la Encíclica que preceden inmediatamente a esas palabras, explica por qué la enseñanza de Santo Tomás llevarían a tal deseable resultado: Santo Tomás es el gran maestro para explicar y defender la Fe, porque suya es “la sólida doctrina de los Padres y Escolásticos, que con tanta claridad y vigor demuestran los firmes fundamentos de la Fe, su origen Divino, su certera Verdad, los argumentos que la sostienen, los beneficios que ha dispensado a la humanidad, y su perfecto acuerdo con la razón de tal manera que satisface completamente las mentes abiertas a la persuasión, aunque estén indispuestas para ello”.
En definitiva, no obstante el eclipse por el que pasó en un primer momento y más tarde en la época moderna, la actitud de la Iglesia respecto a Santo Tomás y su pensamiento ha sido positiva, lo cual se refleja en las siguientes disposiciones:
-                 Fue canonizado por Juan XXII, el 18 de julio de 1323.
-                 San Pío V proclamó a Santo Tomás “Doctor de la Iglesia” en 1567.
-                 En la Encíclica Aeterni Patris del 4 de agosto de 1879 sobre la restauración de la filosofía cristiana, León XIII le declaró “príncipe y maestro de todos los doctores escolásticos”.
-                 El mismo ilustre pontífice, mediante un Breve del 4 de agosto de 1880, le designó patrono de todas las universidades, academias y escuelas católicas de todo el mundo.
-                 La Iglesia estableció para sus centros de enseñanza superior, seminarios y facultades de Teología, los principios de la doctrina tomista.
-                 En su obra buscaron consejo e inspiración los teólogos y eclesiásticos que participaron en los Concilios, por ejemplo el de Trento.
-                 Los sucesivos Catecismos de la Iglesia rescatan su teología, por ejemplo el Catecismo del Concilio de Trento.
-                 Su concepción de la naturaleza humana y de la ley natural sirven de fundamento para la moral católica oficial.
Es en relación a las ciencias, que algunos dudan de la actualidad de los escritos del Santo; se refieren a las ciencias físicas y experimentales, ya que en la metafísica, los escolásticos son reconocidos maestros. León XIII llama la atención sobre las siguientes verdades:
-                 Los Escolásticos nunca se opusieron a la investigación. Mediante el principio antropológico “que la inteligencia humana es llevada al conocimiento de las cosas sin cuerpo y materia sólo mediante las cosas sensibles, entendieron bien que nada era más útil a un filósofo que la indagación diligente en los misterios de la naturaleza, y la constancia en el estudio de los fenómenos físicos”. Este principio se llevaba a la práctica: Santo Tomás, San Alberto Magno, Roger Bacon, y otros, “prestaron gran atención al conocimiento de la naturaleza”.
-                 La investigación sola no basta a la verdadera ciencia. De la misma manera que Santo Tomás en su día asistió a un movimiento hacia Aristóteles y la filosofía, incontrolable, pero susceptible de ser dirigido para servir a la causa de la verdad, León XIII, viendo en el mundo de su época, un espíritu de estudio e investigación que podía producir tanto bien como mal, no quiso ahogarlo, sino que se propuso presentar un moderador y maestro que pudiera guiarlo por los caminos de la Verdad.

4. Influencias en la vida intelectual moderna

Desde los días de Aristóteles, probablemente nadie ha ejercido tan poderosa influencia en el mundo del pensamiento como Santo Tomás. Su autoridad fue grande durante su vida. Los Papas, las universidades, los studia de su Orden deseaban aprovecharse de su sabiduría y prudencia. Varias de sus principales obras fueron escritas por encargo y todos buscaban su opinión. En diversas ocasiones los doctores de París le sometieron sus disputas y quedaron agradecidos de poderse dirigir por su dictamen. Sus principios, dados a conocer en sus escritos, continúan ejerciendo su influencia hasta el día de hoy. Su capital importancia e influencia puede explicarse si lo consideramos como el “Aristóteles Cristiano”, combinando en su persona lo mejor que el mundo ha conocido en filosofía y teología. Es en esta luz que León XIII le ha puesto como modelo en la famosa encíclica Aeterni Patris.
Santo Tomás tuvo que lidiar con errores muy similares a los que hoy en día se encubren con los apelativos de filosofía o ciencia.
-                El Racionalismo de Abelardo y otros, engendraron los luminosos y eternos principios sobre la verdadera relación entre fe y razón.
-                El ontologismo fue sólidamente refutado por Santo Tomás casi seis siglos antes de Malebranche, Gioberti y Ubaghs (Cfr. Summa Theologica I, Q. LXXXIV, a, 5).
-                La verdadera doctrina sobre los primeros principios y universalidades, dados por él y por otros escolásticos, es la mejor refutación al agnosticismo por el que Kant rechaza la metafísica (Cfr. Summa Theologica, I Q. XVII).
-                El Panteísmo psicológico moderno no difiere substancialmente de la teoría de “una sola alma para todos los hombres” de Averroes (Cfr. Summa Theologica, I, Q. LXXVI, a, 2; Q. LXXIX, a. 5).
-                El Modernismo que distingue al Jesús de la Historia del Cristo de la Fe, tuvo su precursor en la doctrina Averroísta de la doble verdad.
-                En la encíclica Providentissimus Deus (18 de noviembre de 1893) León XIII extrae de las obras de Santo Tomás los principios y sabias reglas que deben gobernar la crítica científica de la Sagrada Escritura.
-                De la misma fuente, los escritores modernos han sacado principios muy útiles incluso para la solución de problemas relacionados con el Espiritismo y el Hipnotismo.
Entonces, ¿debemos concluir que la obra de Santo Tomás, tal y como él la dejó, ofrece suficiente instrucción para los científicos, filósofos y teólogos de nuestros días? De ninguna manera. “Vetera novis augere et perficere” (“Reforzar y completar lo Viejo con la ayuda de lo Nuevo”), es el lema de la restauración propuesta por León XIII. Si Santo Tomás viviese hoy, adoptaría sin dudarlo todos los datos y hechos desvelados por las recientes investigaciones científicas e históricas, pero sopesando con esmero toda la evidencia ofrecida a favor de tales hechos. En nuestros días, una teología positiva es más necesaria que en el siglo XIII. Pero tanto León XIII como Pío X declaran que la teología positiva no debe ser entronizada relegando a un segundo plano la teología Escolástica. En la Encíclica Pascendi, al ofrecer remedios contra al Modernismo, Pío X, siguiendo a su ilustre predecesor, pone en primer lugar “la filosofía Escolástica, especialmente como fue enseñada por Tomás de Aquino”. Santo Tomás sigue siendo “El Ángel de las Escuelas”.
Los males que afectan la sociedad moderna han sido señalados por el Papa León XIII en la epístola Inescrutabili (1878), en la que versa sobre el Socialismo, Comunismo y Nihilismo. De qué manera los principios del Doctor Angélico proveerán un remedio para estos males, se explica aquí de manera general, y de manera más particular en las epístolas sobre la constitución Cristiana de los estados, la libertad humana, los principales deberes de los cristianos como ciudadanos, y sobre las condiciones de las clases trabajadoras. En este sentido se pueden destacar los aspectos sociológicos de Santo Tomás: “Las enseñanzas de Santo Tomás sobre el verdadero significado de la Libertad, sobre el origen Divino de toda autoridad, sobre las Leyes y su fuerza, sobre el justo y paternal gobierno de los príncipes, sobre la obediencia a las máximas autoridades, sobre la mutua caridad fraterna; en fin, sobre muchos temas, sobre los que posee una gran e invencible fuerza para conquistar y vencer aquellos principios del ‘nuevo orden’ que hacen peligrar el pacífico orden de cosas y la seguridad pública”.
Su influencia en el pensamiento moderno ha sido profunda. Son muchos los autores, escuelas y corrientes de pensamiento que cabría mencionar y que han recibido un influjo, mayor o menor, directo o indirecto, de la obra de Santo Tomás de Aquino.
Así, en los ss. XV-XVI,
-                 Su teoría de la ley natural influyó en la Escuela de Salamanca, y en concreto en Francisco de Vitoria (1483-1546) que desarrolló el Derecho de gentes, antecedente del Derecho Internacional.
-                 En Hugo Grocio (1583-1645), que desarrolla el Iusnaturalismo.

Durante la filosofía moderna (ss. XVII-XVIII) su pensamiento influye en:
-                 Francisco Suárez (1548-1617) y sus Disputaciones metafísicas.
-                 Descartes, quien, si bien con importantes modificaciones, utilizó las pruebas tomistas por la causalidad eficiente (segunda vía) y por la contingencia (tercera vía) para la demostración de la existencia de Dios.
-                 Leibniz, que, con el mismo fin de demostrar la existencia de Dios, emplearía la vía por la contingencia. La aparición de nuevos sistemas filosóficos a partir de la Edad Moderna eclipsaría el pensamiento tomista.

5. Influencia en la santidad de vida

No podemos terminar esta exposición sobre la influencia de Santo Tomás en el mundo y en la Iglesia sin señalar su influjo real en la santidad de vida. Los grandes Escolásticos eran hombres santos y sabios. Alejandro de Hales, San Alberto Magno, Santo Tomás y San Buenaventura demuestran que la sabiduría no seca necesariamente la devoción. El angélico Tomás y el seráfico Buenaventura representan los máximos ejemplos de la sabiduría Cristiana, combinando unos conocimientos eminentes con una santidad heroica.
En sus obras alienta el espíritu de Dios, una tierna e iluminada piedad, basada en sólidos cimientos, es decir, en el conocimiento de Dios, de Cristo y del hombre. La Summa Theologica es un manual de piedad así como un texto teológico. San Francisco de Sales, San Felipe Neri, San Carlos Borromeo, San Vicente Ferrer, San Pío V, San Antonino, continuamente estudiaban a Santo Tomás. Nada más inspirado que sus tratados sobre Cristo, en su Sagrada Humanidad, en su Vida y sufrimientos. Su tratado sobre los sacramentos, especialmente los de la Penitencia y la Eucaristía, son capaces de derretir los corazones más endurecidos. Se esfuerza por explicar los diversos ritos de la Misa (“De Ritu Eucharistiae” en Summa Theologica III Q. LXXXIII). Ningún autor ha expuesto con mayor claridad los efectos que produce en el alma humana este Pan celestial (Ibid. Q. LXXIX). La Comunión frecuente, recomendada hace apenas un siglo por Pío X (“Sacra Tridentina Synodus”, 1905) se encuentran ya en Santo Tomás (Q. LXXIX a. 8; Q. LXXX a. 10), aunque no sea tan explícito sobre este tema. Lo mismo respecto a la comunión de los niños, en lo que es más explícito. En el Decreto “Quam singulari” (1910), el papa cita a Santo Tomás que enseña que cuando el niño comienza a tener uso de razón, para que pueda desarrollar la devoción al Santísimo Sacramento, se les puede permitir comulgar (Q. LXXX a. 9 ad 3um).
La encíclica sobre el Espíritu Santo de León XIII se basa en gran medida en Santo Tomás. Quienes han estudiado la “Prima Secundae” y la “Secunda Secundae” conocen cuán admirablemente el santo explica los dones y frutos del Espíritu Santo, así como las Bienaventuranzas y su relación con las diversas virtudes. Casi todos los buenos autores espirituales buscan en Santo Tomás las definiciones de las virtudes que ellos recomiendan.
En definitiva, su influencia no se reduce al ámbito estrictamente intelectual, por ello el Cardenal Bessarion al referirse a Santo Tomás lo llamaba “el sabio más santo y el santo más sabio”