A
continuación, presentaremos la explicación del Papa a está interesante inquietud,
actual en el ambiente clerical.
EL SACERDOTE
DEBE SER UN CONTEMPLATIVO, ¿EN QUÉ SENTIDO?
Abordemos la
espiritualidad del clero diocesano. Sacerdote contemplativo, pero no como uno
que está en la Cartuja, no quiero decir esta contemplatividad. El sacerdote debe tener una
contemplatividad, una capacidad de contemplación sea en relación a Dios, sea en
relación a los hombres. Es un
hombre que mira, que llena sus ojos y su corazón de esta contemplación: con el
Evangelio delante de Dios, y con los problemas humanos delante de los hombres.
En este sentido debe ser un contemplativo. No necesita hacer confusión: el
monje es otra cosa.
LA
DIOCESANEIDAD, CENTRO DE LA ESPIRITUALIDAD DEL SACERDOTE DIOCESANO
Pero, ¿dónde
está el centro de la espiritualidad del sacerdote diocesano? Yo diría que en la
diocesanidad. Es tener la capacidad de abrirse a la diocesaneidad. La
espiritualidad de un religioso, por ejemplo, es la capacidad de abrirse a Dios
y a los otros en la comunidad: sea la más pequeña, sea la más grande de la
congregación. En efecto, la espiritualidad del sacerdote diocesano es abrirse a
la diocesaneidad. Y ustedes religiosos que laboran en parroquia deben hacer las
dos cosas, por eso el dicasterio de los Obispos y el dicasterio de la vida
consagrada están trabajando en una nueva versión de la Mutuae relationes,
porque el religioso tiene las dos facetas. Pero volviendo a la diocesaneidad: ¿Qué significa?
Significa tener una relación con el Obispo y una relación con los otros
sacerdotes. La relación con
el Obispo es importante, es necesaria. Un sacerdote diocesano no puede estar
desunido del Obispo. "Pero, el Obispo no me quiere mucho, el Obispo aquí,
el Obispo allá...": El Obispo podrá ser un hombre con mal carácter: pero
es tu Obispo. Y tú debes encontrar, también en esa actitud no positiva, un
camino para mantener la relación con Él. Yo soy sacerdote diocesano porque
tengo una relación con el Obispo, una relación necesaria. Es muy significativo
cuando en el rito de la ordenación se hace el voto de obediencia al Obispo.
"Yo prometo obediencia a ti y a tus sucesores". Diocesaneidad
significa una relación con el Obispo que se debe actuar y hacer crecer
continuamente. En la mayoría de los casos no es un problema catastrófico, sino
una realidad normal. En segundo lugar, la diocesaneidad comporta una relación
con los otros sacerdotes, con todo el presbiterio. No hay espiritualidad del
sacerdote diocesano sin estas dos relaciones: con el Obispo y con el
presbiterio. Y son necesarios. "Yo, si, con el Obispo estoy bien, pero a
las reuniones del clero no asisto porque se dicen estupideces". Pero con
esta actitud te viene a faltar algo: no tienes una verdadera espiritualidad del
sacerdote diocesano. Aquí está todo: Es simple, pero al mismo tiempo no es
fácil. No es fácil, porque ponerse de acuerdo con el Obispo no es siempre
fácil, porque uno la piensa en una manera, la otra persona en la otra, pero se
puede discutir... ¡y se discuta! Y, ¿se puede hacer la voz fuerte? ¡Se haga!
Cuantas veces un hijo con su papá discuten y al final permanecen siempre padre
e hijo. Todavía, cuando en estas dos relaciones, sea con el Obispo sea con el
presbiterio, entra la diplomacia no está el Espíritu del Señor, porque falta el
espíritu de libertad. Necesita tener el coraje de decir "yo no la pienso
así, la pienso diversamente", y también la humildad de aceptar una
corrección. Es muy importante.
LOS CHISMES:
EL ENEMIGO MÁS GRANDE DE LA DIOCESANEIDAD
Y, ¿cuál es el
enemigo más grande de estas dos relaciones? Los chismes. Tantas veces pienso -
porque también yo tengo está tentación de chismear, la tenemos dentro, el
diablo sabe que esa semilla le da fruto y germina bien- yo pienso si no sea una
consecuencia de una vida celibataria vivida con esterilidad, no como
fecundidad. Un hombre solo termina amargado, no es fecundo y chismea sobre los
otros. Este es un comportamiento que no hace bien, impide aquella relación
evangélica y espiritual y fecunda con el Obispo y con el presbiterio. Los
chismes son el enemigo más fuerte de la diocesaneidad, de dicha espiritualidad.
Pero, tus eres un hombre, entonces si tienes alguna cosa contra el Obispo ve y dísela
a él. Más pueden surgir consecuencias no buenas. Llevarás la cruz, ¡pero si
hombre! Si tú eres un hombre maduro y ves alguna cosa en tu hermano sacerdote
que no te gusta o que creas que está equivocado, ve a decírselo en su cara, o
si ves que aquello no se tolera, ve a decirlo al Obispo o al amigo más íntimo
de aquel sacerdote, de manera que pueda ayudarlo a corregirse. Pero no decirlo
a los otros: porque eso es ensuciarse el uno al otro. Y el diablo es feliz con
aquel "banquete", porque así ataca el centro de la espiritualidad del
clero diocesano. Para mí los chismes hacen tanto daño. Y no es una novedad
post-conciliar... Ya san Parblo lo afrontó, recuerden la frase: "Yo no soy
de Pablo, yo no soy de Apolo..." Los chismes son una realidad presente ya
desde el inicio de la Iglesia, porque el demonio no quiere que la Iglesia sea
una madre fecunda, unida, gozosa. ¿Cuál es por consiguiente el signo para que
estas dos relaciones, entre sacerdote y Obispo y entre sacerdote y los otros
sacerdotes, marchen bien? Es la alegría. Así como la amargura es el signo que
no hay una verdadera espiritualidad diocesana, porque falta una agradable
relación con el Obispo o con el presbiterio, la alegría es el signo que las
cosas funcionan. Se puede discutir, nos podemos enojar, pero está la alegría
sobre todo, y es importante que ella permanezca siempre en estas dos relaciones
que son esenciales para la espiritualidad del sacerdote diocesano.
LA ALEGRÍA EN EL SACERDOTE SÍ, NO LA
AMARGURA Y ENOJO
Quisiera
volver sobre otra señal, la señal de la amargura. Una vez me decía un sacerdote
aquí en Roma: "Yo veo que muchas veces nosotros somos una Iglesia de
enfadados, siempre enojados unos contra otros; tenemos siempre motivo para
enojarnos". Esto lleva la tristeza y la amargura: no está la alegría.
Cuando encontramos en una Diócesis un sacerdote que vive así enojado y con esta
tensión, pensamos: este hombre habrá tomado vinagre en el desayuno. Pues, en el
almuerzo, las verduras con vinagre, y por la tarde un buen zumo de limón. Así
su vida no funciona, porque es la imagen de una Iglesia de enojados. En efecto,
la alegría es el signo de que marcha bien. Uno puede enojarse: es también sano
enojarse una vez. Pero el estado de enfadamiento no es del Señor y lleva a la
tristeza y a la desunión. En conclusión, él ha dicho "la fidelidad a Dios
y al hombre". Es lo mismo que hemos dicho al principio. Es la doble
fidelidad y la doble trascendencia: ser fieles a Dios y buscarlo, abrirse a Él
en la oración, recordando que Él es el fiel, Él no puede renegarse a sí mismo,
es siempre fiel. Y pues abrirse al hombre; está la empatía, el respeto, el
sentirlo, y decir la palabra justa con paciencia.
Debemos
sostenernos por amor a los fieles que esperan... Les agradezco de verdad, y les
pido que oren por mí, porque yo también tengo las dificultades de cada Obispo y
debo también retomar el camino de la conversión. La oración de uno por los
otros nos hará bien para caminar hacia adelante. Gracias por la paciencia.